4.10.08

Un monstruo antediluviano que se alimenta de vicetiples

Para que no se diga que sólo plagiamos noticias de actualidad, se reproduce un artículo de C.U. Rious publicado en la página 34 del periódico Nuevo Mundo el 2 de Diciembre de 1932.
Como el texto no tiene desperdicio, se añade un transcripción.
Resulta especialmente aconsejable el último párrafo (que cada uno saque sus propias conclusiones actualizadas).

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Transcipción:
Aunque usted no lo crea…
Un Monstruo antediluviano que se alimenta de vicetiples
Estamos en el gran teatro Roxy de Nueva York. La escena representa con maravillosa propiedad una selva primitiva, en pleno periodo carbonífero.
Espeso césped, donde brillan flores de vivas tonalidades, cubre el suelo, y sobre él unas cuantas damiselas antediluvianas de formas voluptuosas extraordinariamente poco veladas se balanceas musicalmente a los sones de un instrumento prehistórico.
De pronto suena un rumor de pisadas poderosas y de ramas desgajadas, al que sigue un bramido espantoso. El instrumento se interrumpe, las damiselas se alborotan y corren muy asustaditas, mientras, por la segunda caja de la derecha asoma una cabeza inverosímil, que se balancea en lo alto de un cuello monstruoso. ¡Es un dinosaurio!
Sin cesar de mover la cabeza amenazadora, el monstruo avanza balanceándose, hasta quedar por completo a la vista del público. Es colosal: más de quince metros desde el repugnante hocico hasta la punta de la poderosa cola.
El dinosaurio, que es un diplodocus, mira a su alrededor, como buscando una presa; le brillan los ojos parpadeantes; la boca se entreabre, dejando ver los terribles dientes marfileños, los belfos sanguinolentos, que babean espuma, y la caverna rojinegra, donde asoma una lengua grande como un colchón; el cuello se alarga hacia el grupo que rápidamente se deshace y deja aislada a la más bella de las Evas, y el público estupefacto, ve como el monstruo abre la bocaza y cogiendo en ella a la muchacha, la levanta sin esfuerzo y, bamboleándose, impávido, se la lleva por al tercera caja de la izquierda.
La ilusión es tan perfecta, que el espectador no sabe si es víctima de una atroz pesadilla.
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Nuestro dibujo muestra claramente cómo se realiza este verdadero milagro de la tramoya moderna y cómo dos hombres, encerrados en el vientre de la enorme bestia prehistórica, dan a ésta todas las apariencias de la vida. Bueno sería añadir que la escena es absolutamente inverosímil y disparatada, pues sabemos que cuando apareció sobre la tierra la primera señora no quedaban ni trazas del ultimo dinosaurio, muerto millares de años antes. Pero. ¡bah!, ya dijo Querubini, el empresario de El día de la Africana, que el público no sabe botánica, y pudo haber añadido que… paleontología tampoco

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