Conduces tu coche por una carretera comarcal con el brazo izquierdo apoyado en la ventanilla. Hace solete y el día es agradable, con el aire fresco golpeando tu cara y despeinándote mientras escuchas la radio. Llevas ya un rato al volante y el paisaje se hace pesado, monótono y anodino. Parece que has visto el mismo árbol cuarenta veces. Y otra vez lo mismo, otro cartel con nombre de pueblo bizarro, otra casa destartalada en la entrada de la localidad, otra iglesia, otro parque infantil desierto. Y el ciclo se repite como un bucle sin fin que deseas que termine con la llegada a tu destino. Cartel, casa, iglesia, parque, cartel, casa, iglesia, parque, dinosaurio, cartel, casa… ¿Cómo? Espera… ¿Dinosaurio? Si, acabas de ver un dinosaurio en una rotonda y no lo has soñado. Estaba ahí, imponente y algo descuidado viendo pasar automóviles a diario. Y no solo están en las rotondas. Están en parques, gasolineras y restaurantes a lo largo de la geografía de la Península Ibérica. ESTÁN ENTRE NOSOTROS, y en El Cuaderno de Godzillín haremos un repaso de aquellos que vayamos viendo en nuestros viajes.
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excelente post. Me gusto mucho tu blog.
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