4.4.13

La tierra prometida


Tengo otra duda existencial, Doctor K: ¿emigraban los dinosaurios? Porque, si es así, quizás la respuesta a la abundancia de restos fósiles encontrados en el yacimiento de Lo Hueco la tengamos en esos posibles movimientos migratorios que se produjeron durante el Cretácico Superior.

Imaginemos, por un momento, que hace setenta y cinco millones de años nuestras queridas tierras fuenteñas eran un paraíso gastronómico y de ocio para las grandes familias de dinosaurios, es decir, para las más acaudaladas. Y por eso, ellos, los afortunados, se desplazaban a esta región con el fin de disfrutar de su vejez, de sus vacaciones, de sus retiros… En definitiva, de su posición dominante.

Continuando con este ejercicio de imaginación es fácil intuir que, con la presencia de ejemplares tan poderosos, se despertara el miedo y el recelo entre aquellos individuos menos aventajados, el equivalente a nuestra actual clase baja, pobre, indefensa y en riesgo de exclusión social. Que duda cabe que, ante tamaña competencia por la comida, los más desfavorecidos se viesen obligados a emigrar a otras tierras en busca de sustento o, simplemente, para no terminar en el colosal estómago de algún depredador.

¿Resulta familiar el escenario descrito? Unos cuantos millones de años después, bandadas enteras de alemanes y anglosajones vienen a este país, ocupando la costa mediterránea y las islas, en busca de una jubilación dorada, de un retiro “calentito” para sus ricos huesos mientras, en el lado contrario, la piel de toro ve como cientos de jóvenes perfectamente formados tienen que abandonar España con destino a esos paraísos germanos o ingleses en busca del pan de cada día, de la tierra prometida.

Al final van a tener razón esas teorías que sostienen que la historia es cíclica y que, tarde o temprano, los acontecimientos se repiten con desigual fortuna.

Claro que, en este paralelismo establecido entre aquellas migraciones dinosaurianas y estas otras, más humanas, hay algo a lo que todavía no le hemos encontrado respuesta: ¿qué pasó en Lo Hueco para que tantos animales perecieran, para que sus restos hayan aflorado en semejante estado de hacinamiento? A lo mejor sucedió que a los pobres desvalidos se les inflaron las vías respiratorias de tanto aguantar a esos ricachones con aires de grandeza y decidieron iniciar su propia revolución.

En fin, quizás nuestros vecinos del norte deberían sopesar si los pueblos del sur no habremos soportado ya todos los quebrantos que se nos podían infligir y si, en adelante, cualquier gota que caiga desbordará el vaso de nuestra finita paciencia. Un interesante detalle a tener en cuenta, Frau Merkel.

Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez 

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La ilustración es de Martin  Davey, y la vimos aquí.

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