Preguntamos por él y nos dicen que vivió tiempos mejores… que un día desfiló por el Paseo de la Castellana de Madrid a la vista de miles de personas que le saludaban ilusionados. La cosa había comenzado bien. Acababa de nacer y ya disfrutaba de todo el favor de la gente. Le iba a gustar vivir allí.
Inmersos en aquella magia, nadie parecía prestar atención a sus pies desproporcionados, a las extraña posición de sus manos, a su evidente rigidez o, sobre todo, al extraño cable que, sucio, como reutilizado, ascendía por su cuello para alimentar dos bombillas amarillas que grotescamente ocupaban la cuenca de sus ojos.
Pero nosotros ya sabíamos que la fama es efímera y esquiva. Al final de la noche, alguien cortó los cables del cuello mientras comentaba que, por fin, había terminado la “puñetera cabalgata”. La luz de sus ojos desapareció para siempre y, por primera vez, se topó con la cruda realidad: el futuro es incierto para un dilofosaurio de cartón piedra.
Hoy, deambula con tristeza por un almacén de construcción en el noroeste de Madrid, mitad vigilante y mitad mascota. Añorando su pasado glorioso, se asoma a veces a la M40, esperando que alguno de aquellos niños le recuerde, pero es muy difícil encontrar el brillo de la noche de reyes en los ojos del que va al colegio, medio dormido, el lunes por la mañana. Con aire triste, el resto del día pasea por el almacén, emboscándose, ahora tras un camión, después, tras un montón de sacos… como esperando algo.
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Más información
- Nuestro amigo vive en un solar de Almacenes Gayo SL en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Si te fijas bien es posible verlo desde la M 40 a su paso por Pozuelo de Alarcón.
- Gracias Fátima por el aviso…
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