Hace casi un siglo tuvo lugar la llegada a Madrid de una de las famosas réplicas del esqueleto de Diplodocus, cedida por el multimillonario Andrew Carnegie, al Museo Nacional de Ciencias Naturales. Este espécimen constituyó el primer y único esqueleto de un dinosaurio montado en la Península Ibérica hasta la década de 1980 siendo, durante todo ese tiempo, uno de los más importantes referentes que contribuyó a acercar la paleontología a la población. Este hecho, las circunstancias que rodearon su realización, transporte e instalación, así como la repercusión social y política que generó, se detallan en el artículo titulado “Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica” que Adán Pérez García y Begoña Sánchez Chillón acaban de publicar en la Revista Española de Paleontología. Para cumplir con estos objetivos, además de recuperar numerosa documentación manuscrita y fotográfica inédita, se recopilan las abundantes alusiones a este esqueleto publicadas en la prensa española, que sirvieron de nexo de unión entre la paleontología y la sociedad.
Analizando la documentación de manera temporal, es posible conocer en detalle la historia de nuestro Diplodocus. Debido a la información referente al hallazgo de huesos de Diplodocus en Estados Unidos y a la realización de réplicas de esqueletos enteros a partir de éstos, que fueron cedidos a los jefes de estado de varios países, el personal del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) comenzó, en octubre de 1911, los complicados trámites que harían que algo más de dos años después, y tras numerosos imprevistos, una réplica de “Dippy” fuera instalada en dicho museo. En esta trama casi novelesca intervienen, además de importantes científicos españoles como Ignacio Bolívar y Urrutia, Eduardo Hernández-Pacheco o Ángel Cabrera; el entonces director del Museo de Pittsburgh, William Jacob Holland, y el jefe del Laboratorio de Paleontología de dicha institución, Arthur Coggeshall; así como diversos políticos y personalidades: Ministros de Estado, de Instrucción Pública, de Bellas Artes, embajadores, presidentes de diversas compañías, los secretarios de la casa real y los propios Miguel Primo de Rivera, el Rey Alfonso XIII, la Reina María Cristina o la Infanta Beatriz. Son muchos los obstáculos que afrontaron, no sólo los derivados de su transporte e instalación, sino también los esfuerzos realizados para conseguir un local suficientemente amplio donde alojar al gran dinosaurio, antes de que llegaran con él los americanos y descubrieran que en realidad, y a pesar de la idea que se les transmitía desde España, no existía sitio para éste.
Finalmente se consiguió su instalación exitosa, celebrándose una serie de actos oficiales en los que se agradeció el regalo de Carnegie y el buen trabajo efectuado por sus empleados. Incluso Alfonso XIII envió un curioso obsequio al magnate. Dos décadas después, se envió desde el Carnegie Museum la réplica de otro ejemplar jurásico que se expuso junto con el esqueleto de Diplodocus.
La expectación social que se generó, así como la problemática y trascendencia, se pusieron de manifiesto en los continuos artículos de toda índole publicados en la prensa española entre 1913 y 1935, año en el que tiene lugar el traslado del esqueleto a una nueva sala, donde se conserva en la actualidad. El esqueleto de Diplodocus de Madrid no sólo pasó a formar parte del ámbito científico, nombrándose en publicaciones españolas como ejemplo de uno de los saurópodos mejor conocidos, sino que su fama se hizo extensiva a toda la población, siendo usado por la prensa como símbolo de estabilidad, grandeza y gran valor económico, aunque también fuera empleado como elemento de burla política.
Referencia: Pérez García, A. & Sánchez Chillón, B. 2009. Historia de Diplodocus carnegii del MNCN: primer esqueleto de dinosaurio montado en la Península Ibérica. Revista Española de Paleontología, 24 (2), 133-148.
_____________
Pies de figuras:
Imagen superior: Montaje del esqueleto del Diplodocus carnegii en el MNCN, en vista posterior. Fotografía tomada entre el 12 y el 28 de noviembre de 1913.
Imagen inferior: En diciembre de 1913, finalizada la instalación del esqueleto de Diplodocus, William J. Holland (sentado a la derecha de la fotografía) y Arthur Coggeshall (sentado a la izquierda), posan para una foto junto con algunos miembros del Museo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario