29.12.08 0 comentarios

Un jardín zoológico antediluviano

En 1911 era posible pasearse entre los más extraños y fantásticos monstruos que habitaron nuestra tierra en los tiempos prehistóricos en el zoológico de Hamburgo. Como se ve en las imágenes, este Jardín del Eden estaba integrado por recreaciones de cemento de muchos de estos seres, en escenas de su vida cotidiana, como la lucha entre un Ceratosaurio, animal descrito como un cocodrilo de cola y patas traseras enormes, semejantes á las del canguro, y un Estegosaurioo o la visión de un Alosaurio, con su gran cabezota y sus largos y aguzados dientes, devorando glotonamente los restos de su un Brontosaurio. Esta noticia proviene de Por Esos Mundos, de Septiembre de 1911. Obsérvese la imagen del árbol de Navidad al final del artículo, tan propicia para estas fechas.
Transcripción (Textual):

Aunque la fantasía humana no pueda imaginar la infinita variedad de formas adoptadas por los representantes de los reinos animal y vegetal, cuyas especies sabemos que ascienden á centenares de millares, una mirada superficial á los restos fósiles de organismos extinguidos, nos demuestra que en el curso de los días pretéritos la naturaleza creó muchas formas sorprendentes que no tienen analogía alguna con las de nuestra vegetación y nuestra fauna actuales. Carl Hagenbeck, el fundador del famoso parque zoológico de Stellnigen, en los alrededores de Hamburgo, donde se conserva hasta las fieras más salvajes, en un estado de aparente libertad, ha instalado en su Jardín del Eden, una serie de maravillosas figuras, representando los más extraños y fantásticos mónstruos que habitaron nuestra tierra en los tiempos prehistóricos, creando así lo que podríamos llamar un jardín zoológico antediluviano. Estos gigantes que dominaban, en el mundo, hace millones de años, están situados en un escenario, digámoslo así, adecuado á sus modos de vida, y por lo tanto dan perfecta idea del aspecto de la tierra en aquellas remotas épocas. El visitante que pasa una hora en aquel fantástico jardín, concluye por creerse transportado á un mundo en el que la ciencia de la paleontología le permite reconstruir hasta los más pequeños detalles.
Entre aquellos animales habitantes de la tierra, la lucha por la existencia debía de ser mucho más grande que en la actualidad. Aquellos mónstruos se tenían declarada una guerra perpétua, y la lucha era titánica, á juzgar por sus formas y su enorme tamaño. La multitud de armas que la Naturaleza les prodigó, llegaron á ser insuficientemente protectores en el curso del tiempo, al paso que las condiciones climatológicas acarreaban fatalmente la extinción de aquellos seres. Aparte de sus rasgos peculiares, debidos á las condiciones del mundo antediluviano, estos animales tenían mucho de común con las especies existentes, remotas descendientes suyas, y demuestran en un modo sorprendente, la lenta evolución de una clase á otra, con muchos estados intermedios entre el reptil y el ave, el pez y el mamífero, y así sucesivamente.
Los modelos de animales antediluvianos á que venimos refiriéndonos, los ha modelado en cemento el conocido escultor zoólogo Mr. J. Pallenberg y están colocados en actitudes y grupos tan naturales, que ofrecen el aspecto de realidad. Alzanse unos, á orillas de un precioso lago rodeado de abundante vegetación, y otros, como los enormes cocodrilos, aparecen entre la superficie de las aguas. Para dar mayor realismo á su aspecto, hay también escenas de lucha entre esos mónstruos de los tiempos primitivos.
Para modelarlos con toda exactitud, se ha estudiado, minuciosamente, todos los huesos y las huellas fósiles que se conservan en los principales museos del mundo, especialmente, en el de Historia Natural de Nueva York. Cada modelo fué sometido al examen de las más eminentes autoridades científicas de la paleontología, quienes indicaron las modificaciones y correcciones que convenía hacer para que estuviesen lo más perfectamente de acuerdo con los datos científicos.
Al llegar al puente que cruza el lago, se ofrece á la vista del visitante una escena de lucha. Un monstruo llamado Ceratosaurio, un animal al que podría describirse como un cocodrilo de cola y patas traseras enormes, semejantes á las del canguro, ataca á otro animal de la clase de los reptiles al Estegosaurio, el cual, con el lomo protegido por una doble fila de aletas ó espinas, de un metro de alto, y por una serie de pinchos en la cola, parece próximo á rendirse á los ataques de se enemigo, mucho más pequeño, pero más ágil.
Algo más allá, se ve un gigante aún mayor llamado Brontosaurio, que ya ha sucumbido en la lucha de la vida.
Un Alosaurio, semejante á un enorme lagarto de la misma familia de monstruos, devora, glotonamente, los restos de su desgraciado compañero herbívoro, que aparentemente estaba desprovisto de medios de defensa para una lucha seria.
El triunfante Dinosaurio, con su gran cabezota y sus largos y aguzados dientes, según lo demuestran las circunstancias en que fueron encontrados los restos, fue uno de los amos de aquella época. Gracias á sus enormes garras anteriores, adaptadas para desgarrar, y á sus robustas patas traseras, admirablemente adaptadas para el salto, estaba excelentemenete dotado para desempeñar el papel de dominador. Hablando en términos generales, los dinosaurios contituían una familia de reptiles terrestres con sorprendente abundancia de formas, tanto más notables cuanto que la estructura de sus esqueletos, pone de manifiesto una transición contínua hacia las aves.
Uno de los monstruos más grandes de esta clase, junto al cual los árboles de alrededor parecen enanos, es el gigantesco Iguanodonte, cuya cabeza se alza á unos ocho metros sobre en nivel del suelo. Tan fantástico ser andaba habitualmente sobre sus patas traseras, semejantes á las de un ave, como lo prueban las enormes huellas de más de setenta y cinco centímetros de largo, separadas por un espacio de catorce metros, encontradas en los bosques de Sussex. Ayudábanle á sevarse derecho y á marchar como las aves, las grandes dimensiones de su cola; tenía el cuello relativamente largo, los brazos largos, y los dedos primero y quinto formaban casi ángulo recto con los dedos centrales. En cambio la cabeza era muy pequeña, y las limitadas proporciones de su cerebro no impedirían, indudablemente, que este animal tuviese capacidad para la lucha por la existencia.
Otra especie de dinosaurios, el Diplodoco, ofrece cierta semejanza con el anterior, pero es de proporciones mucho mayores. Este animal vivía en las regiones de América del Norte, de clima tropical, con extensos lagos de agua salada, cuyos restos sedimentarios formaban las llamadas “tierras malas” de nuestros días. Aunque el Diplodoco de Stellingen mide 20,13 metros de largo, no es de los más grandes, pues ha sido reconstruido con los huesos más completos, y no con los mayores que existen de su especie. Este lagarto ingente poseía una cola más larga que la del Iguanodonte, pero las patas traseras eran poco más largas que las delanteras, circunstancia que le permitía al animal andar con las cuatro. La enorme longitud de su cuello y la notable pequeñez de su cabeza son igualmente sorprendentes.
Entre el lugar ocupado por el Iguanodonte y el reservado para su compañero, el Diplodoco, los visitantes pueden ver un encantador idilio de hace diez millones de años. Una familia de “Rhinoceros Saurians” (Triceratops), ha llegado al lago, y el padre se baña asomando en las aguas la cabeza y el lomo, mientras que la madre, con el hijuelo permanece en la orilla. Aparte de la gruesa cola de lagarto, característica en ellos, como en los reptiles, estos extraños animales recuerdan por su aspecto general al rinoceronte de nuestros días. El Triceratops tenía tres cuernos, un pico como el de un ave de rapiña y una especie de collar erizado de puntas.
Un grupo aún más antiguo de lagartos fósiles, comprende al Plesiosaurio que puede ser descrito como una enorme foca con larga y gruesa cola, cuello notablemente prolongado, y cabeza pequeñita. Era un reptil marino con miembros que recuerdan las aletas de la ballena, y cinco dedos sin garras.
Una familia algo emparentada con esta, comprende los Ictiosaurios, parecidos a los peces, que ocupaban, entre los reptiles de su época, un lugar semejante al que ocupan hoy las ballenas entre los mamíferos. Tenían el cuello corto y rechoncho, el hocico notablemente largo, la cola larga y vigorosa, y los remos tan cortos como las aletas de la ballena.
Lo mismo que estos reptiles de forma de ballena, los lagartos voladores fósiles, ó Pterosaurios, no han dejado representantes en los reptiles de nuestros días. En realidad, la única analogía solo puede encontrarse, en la fauna de hoy, en la familia de los murciélagos de la clase de los mamíferos.
Sin embargo, mientras que la membrana voladora de los murciélagos, se extiende entre el segundo, tercero, cuarto y quinto dedo y el cuerpo, la de los Pterosaurios llegaba desde el último (cuarto) dedo, extraordinariamente desarrollado, hasta el cuerpo. Los tres primeros dedos eran cortos, y estaban provistos de garras.
En le parque de Stellingen se ven unos cuantos animales de esta clase, á orillas del agua, rastreando por las rocas ó descansando sobre losas de piedra. Estos lagartos-aves comprenden unos pocos Aerosaurios, de ancho hocico, y algunos Rhamphorhynchus de larga cola como la de una rata. En una gran roca hacia la cual parece dirigirse el Diplodoco, están representados dos gigantescos dragones voladores en actitud de descansar. Estos Pteranodontes, como se denominan científicamente, eran grandes lagartos voladores, de cola corta, dotados de largo pico como el de un marabú, y una estrecha cresta de longitud casi igual á la del pico.
Al mismo tiempo que las familias de animales ya extinguidos, vivían otras muchas especies más ó menos relacionadas con los reptiles de hoy. Ejemplos de esto son los grandes y pequeños lagartos de cresta, (Dimetrodonte y Naosaurio) que se ve en una de las fotografías que acompaña á este artículo.
Asemejábanse á un caimán dotado de hocico largo y ancho, y les caracterizaba una alta cresta de rígidas espinas que se extendía á lo largo del lomo. Junto á éstos, y medio ocultos por el agua, se ve dos cocodrilos verdaderos de los periodos cretáceo y del jurásico, que se distinguen de la misma familia, en la actualidad, por su gordura, principalmente. Por el césped andan dos enormes tortugas caracterizadas por una formación cartilaginosa en la cola y en la cabeza, y, especialmente, por dos grandes excrecencias como cuernos, próximas a las orejas.
Además de los reptiles antediluvianos, hay en le jardín fósiles de otras clases. En las rocas y á orillas del agua, se ve unas cuantas aves primitivas (arqueopterigios) íntimamente relacionados con los reptiles. Caracteriza á estas aves una cola larga compuesta de vértebras, á cuyos lados, se extienden unas líneas de grandes plumas. El ala comprende tres dedos bien desarrollados y, en sus mandíbulas se encuentran algunos dientes. En una piedra litográfica de la formación jurásica desenterrada en Solenhof, Alemania, se ha encontrado huellas del Arqueopterigio.
En el centro del lago, emerge la cabezota de un batracio llamado Mastodonsaurio, miembro de una familia propia de las formaciones carbonífera y triásica.
Mientras que los más grandes anfibios de nuestros días apenas alcanzan medio metro de largo, entre sus antecesores antediluvianos, figuran algunas especies cuyo cráneo sólo, medía metro y medio de largo. Otro anfibio es el Pareiosaurio, de unos dos metros de largo, que es semejante á un sapo gigantesco, de cola corta y cabeza menos aplastada que la de los sapos de hoy. Su piel revela notables restos de una especie de coraza de chapas de hueso.
En el parque de Stellingen se ve hasta un insecto fósil, una mosca dragón gigantesca, de más de sesenta centímetros de alas.
Actualmente, se está trabajando para ampliar el jardín zoológico antediluviano, mediante la adición de nuevos ejemplares pertenecientes á todas las familias conocidas de animales extinguidos.
D.R.
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Pies de figuras (textual):

-Estegosaurio atacado por un Ceratosaurio
-El Iguanodonte. Medía 8 metros de altura.
-Alosaurio devorando los restos de un Brontosaurio. Interesante escena de lucha por la existencia entre los primeros pobladores del planeta, formidablemente dotados de armas de combate.
-Un idilio de hace diez millones de años. Familia completa de Rhinoceros Saurians, bañándose en un lago.
-El Plesiosaurio. Reptil marino con miembros que recuerdan las aletas de la ballena.
-El Pteranodonte. Gran lagarto volador, dotado de pico y cresta de ave.
-El Diplodoco. Medía 20 metros y medio de longitud.
-Las aves primitivas.-Una colección de reptiles antediluvianos. En segundo término, el Dimetrodonte y el Nausosaurio, de formas parecidas al caimán.
19.12.08 1 comentarios

Feliz lo_que_sea

Felices vacaciones que se toman más o menos a final de año y que suelen ser, para bien o para mal, socialmente intensas !!
 

Aprovechando la provocación de lusodinos, se desentierra un viejo producto de la casa para desear a nuestra escasa parroquia un feliz lo-que-ellos-quieran.

Nota: en serio, no hay ninguna intención de molestar a nadie con esto, no entremos en discusiones que no tengan, al menos, un gramo de contenido paleontológico.
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Más información (no podía faltar)
La imagen utilizada no procede de un gratuito deseo de blasfemia.
Se basa en que uno de los ejemplos más llamativos de interpretación mitológica del registro fósil en la Península Ibérica se refiere a las huellas de dinosaurios del Cabo Espichel, en Portugal. Los creyentes portugueses han atribuido los numerosos rastros de dinosaurios, que parecen salir del mar y alcanzar la parte alta de una colina, como la evidencia de que la Virgen paseó por esos acantilados a lomos de un borrico. Incluso, en el lugar al que se supone se dirigen estas huellas, se construyó un monasterio que es, aún hoy, lugar de peregrinación. En este monasterio se conserva (en una pequeña capilla) un azulejo (imágen) en el que se puede ver a la virgen a lomos de un borrico dispuesta al final de uno de los rastros de dinosaurio.
Respetando la leyenda, pero haciendo una correcta interpretación del rastro, lo que se conseguía era la imagen de la virgen ascendiendo por el acantilado a lomos de un dinosaurio (extraño ejercicio de lógica, pero no nos perdamos en detalles menores).
Tras una primera interpretación gráfica (imágen) resultó que la escena parecía lo suficientemente atractiva como para incorporarla a la exposición “Mitología de los dinosaurios”.
Puestos a ello, se adquirió una figura de “La huida a Egipto” (imágen) en uno de las librerías de objetos religiosos de Madrid (perdón al anómimo autor, que no había realizado su obra para esto) que se entregó al, entre otras cosas, maquetista Javier Pérez Valdenebro (Wilbord) para que perpetrase el sacrilegio de la forma más respetuosa posible (bajo la amenaza del fuego eterno, el rechinar de dientes y el resto de la parafernalia al uso).
Se “desmontó” la imagen de la virgen y se colocó en lugar del borrico la maqueta de un tiranosaurio (ok, nada que ver con el Jurásico de Portugal, pero todos hemos visto cosas peores y a éste lo pensabamos enjaezar como a un asno).

y... como es público, la imagen sigue formando parte de la citada exposición.

Ah!, Feliz Navidad a todos
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Fósiles y Bicentenario del Nacimiento de Darwin

La Universidad de Sevilla ha programado una (muy recomendable) serie de seminarios para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y el 150 aniversario de la publicación del Origen de las Especies (Darwin en Sevilla 2009). Se aconseja vivamente echarle un vistazo a la lista de conferenciantes (con nombres como Futuyma o Donoghue, entre otros) y al programa.
La representación paleontológica recae en José Luis Sanz que el 29 de Febrero impartirá la charla "Fósiles, Cultura e Historia de la vida".
El resumen de la conferencia es:
"La paleontología constituye una de las principales disciplinas que integran los estudios macroevolutivos. La paleontología evolutiva estudia los modelos y procesos representados en el registro fósil para generar una reconstrucción de la historia de la materia viva y las causas que la configuran. La primera evidencia de existencia de seres vivos sobre la Tierra procede de hace unos 3.800 millones de años (ma). Por tanto, existe constancia de que determinados microorganismos habitaron nuestro planeta tan "sólo" 700 millones de años después de la formación de la Tierra. Recientemente se han descrito fósiles químicos en Sudáfrica que indican la presencia de tapetes microbianos en suelos de hace unos 2.600 ma, lo que constituye la primera evidencia de la conquista de la tierra firme por los organismos vivos. Fósiles de los animales más primitivos, las esponjas, se conocen en China y tienen una antigüedad de unos 600 ma. Los primeros dinosaurios conocidos tienen una edad de unos 220 ma, y la mayoría se extinguió hace unos 65. Nosotros (Homo sapiens) aparecimos, en el linaje de los mamíferos primates, hace unos 150.000-200.000 años. En definitiva, la paleontología ha generado diversas ideas que han cambiado espectacularmente nuestra percepción del entorno en que vivimos e incluso de nuestro lugar en el mundo, comenzando por el concepto de "Deep Time" (Tiempo profundo). Además, el registro fósil indica claramente que la historia de la vida está determinada por procesos de extinción, acontecimientos que han modificado profundamente el decurso del proceso evolutivo. Finalmente, la paleontología ha fundamentado con evidencia fósil la hipótesis darwinista sobre la situación del hombre en la naturaleza."

No creo que quieras perdértela.
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En la foto: JL Sanz
18.12.08 0 comentarios

Cómo empezaron las alas

Aunque está claro que las aves descienden de los reptiles, saber qué antediluvianos dieron origen al vuelo ha sido un tema históricamente discutido. ¿Consideras válida la hipótesis “the ground up” o eres más bien de los que postulan “the trees-down”? Pienses lo que pienses, seguro que nunca te has planteado la curiosa idea que podríamos denominar “the water up”, de la que se ya se hablaba hace más de un siglo. Realmente “de las aletas y los saltos del plesiosaurio a las alas y el vuelo de los primitivos reptiles voladores, no hay más que un paso”. Para entender estas ideas lo mejor es leer este artículo, publicado en Alrededor del Mundo el 4 de enero de 1906.

Transcripción (textual):

¿Por qué dentro de un mismo grupo zoológico unos animales tienen alas y otros no? ¿Y por qué algunos, de organización más rudimentaria, están dotados de estos órganos, que indican una perfección, y otros más superiores carecen de ellos?
Concretándonos á las alas de los vertebrados, vemos que son siempre una modificación de la mano; el proceso de esta modificación es difícil conocerlo con exactitud, pero cabe explicarlo por hipótesis.
Hay dos clases de animales que demuestran marcada propensión a saltar, y el salto no es más que un principio del vuelo. Son los animales que viven en el agua y los que habitan en los árboles. De unos ó de otros pueden, por lo tanto, descender los seres que vuelan.
El progenitor acuático de los volátiles debió ser alguno de aquellos gigantescos reptiles antediluvianos que en los mares secundarios ocupaban el sitio de los cetáceos actuales. De éstos, del delfín, de la marsopa y hasta del pesado cachalote, todo el mundo sabe que dan saltos descomunales por encima del agua, elevándose en el aire como si quisieran emprender el vuelo; lo mismo debían hacer aquellos monstruos, y es evidente que al plesiosaurio, por ejemplo, que estaba dotado de enormes aletas, le sería muy fácil este movimiento. De las aletas y los saltos del plesiosaurio á las alas y el vuelo de los primitivos reptiles voladores, no hay más que un paso.
El plesiosaurio tenía el cuello largo y flexible, y la piel desnuda, asemejándose en esto y en otros caracteres á los dinosaurios y brontosaurios, de que varias veces nos hemos ocupado es estas páginas. Indudablemente, entre todos estos animales había relaciones de parentesco, más evidentes por ser el brontosaurio un animal anfibio, y es muy posible que los antecesores del plesiosaurio fuesen muy afines á aquel.
La adaptación de las patas para la vida en el agua, transformándose en aletas, es cosa que se observa en muchos grupos zoológicos. En cuanto á la transformación de las aletas en alas, ya no es tan fácil de comprender. Sin embargo, hay ejemplos, pudiendo citarse el de los peces voladores, y también el de la rana voladora de Borneo.
En este pequeño batracio, descubierto por el naturalista Wallace, las membranas interdigitales, que á las demás ranas les sirven para nadar, están muy desarrolladas y permiten al animalito cruzar por el aire distancias no muy largas.
La conversión de la mano en ala en los animales de costumbres arborícolas, no parece haberse hecho de un modo tan directo. Por las ardillas voladoras o por el dragón ó lagarto volante vemos que en estos seres las alas empiezan por ser una continuación de la piel de los costados; pero ya el anomaluro, especie de ardilla volante que vive en Fernando Póo y en la Costa de Guinea, tiene en las extremidades anteriores una ternilla larga y dura, que es como un rudimento de armazón para sus alas; y en los murciélagos éstas abarcan todos los dedos, excepto el pulgar, extendiéndose sobre ellos como la tela de un paraguas se extiende sobre el varillaje.
Los primeros seres alados de organización superior no fueron los pájaros ni murciélagos, sino reptiles. Los había de dos clases, que los naturalistas han llamado pterodáctilos y ranforincos, y venían á ser como gigantescos lagartos con alas. Sobre los pterodáctilos, Alrededor del Mundo publicó en su número 88 un dibujo y algunos interesantes detalles, que no hemos de repetir ahora; los ranforincos se distinguían por tener la cola mucho más larga y estar provistos de un enorme pico córneo. En todos ellos, el armazón del ala lo formaba solamente el quinto dedo de la mano, que era muy largo, y los demás dedos estaban libres, constituyendo una mano pequeñita, armada de garras.
De estos reptiles voladores parecen derivarse las primeras aves. El arqueópterix, que es el pájaro antediluviano más antiguo que se conoce, no era, en efecto, más que un pterodáctilo con plumas. Tenía dientes en el pico, su cola era una verdadera cola de lagarto con una fila de plumas a cada lado, y en la articulación de sus alas aún existía la mano bien formada, con los dedos provistos de uñas. La relación intima de esta ave prehistórica con los gigantescos dinosaurios de que antes hablábamos, la demuestran ciertas particularidades del esqueleto del cuerpo, las cuales, cosa singular, existen todavía en las aves actuales, pero sólo cuando se hallan en estado de embrión.
Ciertos pájaros de ahora ofrecen, en los primeros días de su vida, grandes semejanzas con aquellas aves que eran todavía semi-reptiles. Los pollitos del hoactzin, ave propia de América central, tienen dedos en las alas, con sus correspondientes uñas, y como ya en otra ocasión dijimos a nuestros lectores, se conocen muchas aves con las alas armadas de espolones, recuerdo de las garras de que estaban armados aquellos monstruosos reptiles que pululaban en la tierra hace muchos miles de años, que hoy se consideran como los progenitores del mundo alado.
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Pies de figuras (textual):
- Un grupo de Brontosaurios. Aun cuando no lo parezca, estos reptiles eran parientes lejanos de las aves de hoy en día.
- Esqueleto de un Pterodáctilo
- Los plesiosaurios
- El Arqueópterix. La primera ave conocida. Tenía dedos en las alas y dientes en el pico
13.12.08 0 comentarios

Huevos de dinosaurio conservados durante diez millones de años

De la misma manera que los grandes descubrimientos de dinosaurios fueron noticia en la prensa española, el hallazgo de sus huevos en zonas remotas también generó titulares. Las expediciones de la década de 1920 a Mongolia, región misteriosa y apasionante, de belleza sin igual, permitieron confirmar a los paleontólogos que “siempre la realidad supera la fantasía”. Anécdotas de estos viajes pueden leerse en la siguiente noticia, publicada en Alrededor del Mundo, el 13 de febrero de 1926.

Transcripción (textual):

Shabarakh Ussu es el nombre aplicado a un paraje de Mongolia, en el que la naturaleza ofrece gran atractivo para el paleontólogo. Allí, en una vasta extensión, emergen montículos cuyas curvas y siluetas semejan castillos feudales y otras edificaciones de extraña forma, así como también imitan las de animales gigantescos, tanto, que uno de esos montículos es conocido por la denominación del dinosaurio, porque, efectivamente, recuerda su configuración la de uno de esos reptiles de la era mesozoica. Y también hay allí, excavadas en la roca viva, profundas cavernas y extensas galerías.
Todo aquel conjunto, como si fuera una ciudad encantada, varía de aspecto en las distintas horas del día. Así, a plena luz, no resaltan aquellas extrañas formas, y cuando el Sol inicia su descenso, aparecen teñidas de rojo, entonación que les imprime una extraña belleza.
Una misión paleontológica descubrió, allí, en 1923, varios esqueletos de dinosaurios, y hace pocos meses marcharon de nuevo a Mongolia algunos de aquellos expedicionarios para reanudar sus científicas investigaciones. Esta vez no utilizaron camellos, como en el anterior viaje, sino automóviles.
Los arqueólogos exploraron un bosque de tamariscos -los achaparrados árboles del desierto- espesura por la que no se habían aventurado sus pasos durante su anterior estancia en Shabarakh Ussu, y descubrieron en aquel tamayal huellas de los llamados “moradores de la duna”, una raza que vivió en la remota Edad de Piedra, hace próximamente veinte mil años.
En la etapa precedente, uno de los descubrimientos de mayor interés que realizaron fue el de gran número de huevos de dinosaurio, la colección de los cuales fue enriquecida en ese segundo viaje, ya que encontraron muchos más huevos del reptil antediluviano, aislados algunos, otros agrupados en nidos, algunos enteros, rotos los más, grandes y pequeños, tales con la cáscara suave y del espesor de un papel, cuáles con la cáscara gruesa y estriada. En poco más de dos años, la acción combinada de la lluvia, el viento y el hielo había socavado las rocas y en el suelo de una gran extensión, y así se hallaba casi en la superficie lo que permaneció sepultado a no escasa profundidad por espacio de muchos siglos.


El azar, la suerte, la coincidencia, o como quiera llamársele, depara con frecuencia los más importantes descubrimientos, y ese indeterminado factor fue el que principalmente contribuyó al hallazgo del esqueleto de “Beluchitherium” por uno de aquellos paleontólogos, quien refiere que al dar cuenta de ello a sus colegas tuvo que soportar las bromas de todos ellos, “porque la gente –comentaba él- no acaba de darse cuenta de que siempre la realidad supera la fantasía”.
Refiere ese investigador que uno de los conductores de automóviles se entretenía en buscar nidos de águilas en los más elevados peñascos de Shabarakh Ussu, a los que se encaramaba con mil apuros, que constituían para el arriesgado mozo el mayor aliciente en aquel recreo al que se entregaba cierto día cuando, al apoyar la mano en un saliente de la roca por la que trepaba advirtió que tocaba un afilado borde, que era el cascarón roto de un huevo de dinosaurio.
Otros catorce, intactos, se hallaban adheridos a la roca, de la que, con toda clase de precauciones para evitar la rotura, fueron separados los huevos.
Cinco más descubrió al día siguiente otro mecánico, estimulado por la buena suerte de su compañero, y mientras tanto, los paleontólogos prosiguieron las investigaciones en las inmediaciones del lugar en que parecieron los primeros huevos de dinosaurio en el año 1923, y, efectivamente, hallaron otros cuatro huevos.
Su forma es casi perfectamente elíptica, y el eje mayor, de unos 20 centímetros, y en cuanto al espesor del cascarón, es de unos tres a cuatro milímetros, aunque, como antes se ha dicho, hay cascarones cuyo espesor no excede al de un papel. Estos últimos huevos son también de menor tamaño que los mencionados más arriba, y de seguro pertenecen éstos y aquellos a especies distintas de dinosaurio.
Los cascarones estriados son los más abundantes, y corresponden, sin duda, a los huevos de dinosaurio primitivo, al antecesor del dinosaurio gigantesco de América, y medía unos dos metros y medio. Los huevos de menores dimensiones y de cascarón suave eran seguramente de otras variedades más pequeñas de dinosaurio, algunos de cuyos huesos fueron encontrados al efectuarse las excavaciones en 1923.
Es sorprendente la abundancia de esos huevos en aquel lugar, donde, en 1923, fueron hallados hasta treinta, y en esa última expedición aparecieron cuarenta más, de todos los cuales se encontraron intactos más de veinte. No cabe duda de que aquellas escarpadas rocas fueron a modo de gran incubadora de dinosaurios hace la friolera de diez millones de años, y durante cientos de miles hicieron allí sus nidos esos reptiles antediluvianos, que elegirían aquel paraje quizá por la abundancia de agua o por la calidad de la arena, en la que, enterrados los huevos a escasa profundidad, eran incubados por el calor solar.
La sequedad de aquel terreno y la suavidad de la arena explican el hecho de que esos huevos se hayan podido conservar hasta nuestros días y por espacio de tantos miles de años. Y la circunstancia de que los huevos descubiertos ahora no fueran incubados, también tiene la explicación de que amontonada por los huracanes sobre los nidos demasiada tierra, no pudieran los rayos solares calentar la espesa capa lo suficiente para la formación del reptil. Y el peso de esa mima arena acumulada ocasionó la rotura de muchos de los cascarones y la consiguiente efusión del líquido que contenían, y que era reemplazado por la arena, con lo que se formaba la compacta masa conservada a través de los siglos.
Lo que no se ha encontrado todavía son los huevos correspondientes a la especie “diplodocus” o “brontosaurio”, reptil, como es sabido, de tan enorme talla que, de existir hoy, podría, estando en la calle, apoyar la cabeza en la baranda del balcón de un piso segundo.
En cuanto a los dinosaurios a que hacen referencia estas líneas, ya han sido objeto de atención en algún número precedente.
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Pies de figuras (textual):

-La caravana automovilista de paleontólogos. En el segundo automóvil se destaca el perro policía que vigilaba durante la noche el campamento de los expedicionarios, y en el cuarto viaja un pollo de buitre apresado en el nido por unos de los viajeros.
-Huevos de dinosaurio.
-La caravana de camellos organizada por los mismos paleontólogos en 1923, fecha de sus primeros descubrimientos en Mongolia.
-Más huevos de dinosaurio, fuertemente adheridos a la roca.

5.12.08 2 comentarios

Rememorando "Lo Hueco" en su aniversario

Hace un año y en un día de invierno como hoy, 5 de diciembre, finalizaron los trabajos de campo en el Yacimiento Paleontológico de Lo Hueco. En este paraje de la localidad conquense de Fuentes, y durante seis meses un amplio grupo de personas contribuyó con su esfuerzo y dedicación a desvelar y dar a conocer "El Reino de los Saurópodos".
Con motivo de esta singular fecha, un reducido grupo de integrantes de esta gran familia, en el que no podía faltar yo, nos acercamos a lo que fue durante tanto tiempo nuestro día a día.
Como se ve en la imagen, "Lo Hueco" nos recibió como nos despidió, en medio de una generosa nevada. Numerosos recuerdos e intensas sensaciones afloraron en los que allí estábamos y, al ver tan claramente los niveles donde descansan los habitantes de "El Reino de los Saurópodos", de mi mente resurgió el recuerdo de una de las frases más comentadas durante nuestra andadura: "…este gris no es el final…".
Con una enorme gratitud hacia todos los que participaron y dedicaron parte de su esfuerzo e ilusión durante todo ese tiempo, escribo de mi puño y letra esta cálida, en estos tiempos fríos, dedicatoria:
Son muchas las personas que me ayudaron a sacar adelante un yacimiento y nombraros a todos sería realmente largo . A todos y cada uno, apuntaros un tanto.
MUCHAS GRACIAS A TODOS
GODZILLÍN

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En la imagen Adán y Escaso recordando el frío ambiente de "Lo Hueco"
4.12.08 0 comentarios

La cinematografía científica. Un “film” del mundo antediluviano.


La prensa española de 1930 recoge la noticia de la realización de un documental científico alemán sobre un mundo semicaótico, controlado por fuerzas en formidable y perpetua lucha, en el que sólo podían habitar criaturas especialmente construidas para resistir y propagarse en el decurso de los milenios: monstruosos reptiles, seres de horrible traza, dueños y señores del globo. Destacan, entre los más extraños de aspecto, el esgosaurio, lagarto bastante durillo de pelar y de digerir o el tricerátopo, probable antepasado del mamífero actual que lleva el nombre de rinoceronte. El artículo fue publicado en Nuevo Mundo, el 30 de mayo de 1930.

Transcripción (textual):

La técnica cinematográfica ensancha día en día su radio de acción, sobre todo en el terreno de la cultura!. Así, por ejemplo, cierta Casa productora alemana está filmando en la actualidad una película dedicada por entero á la presentación del mundo antediluviano, haciendo desfilar ante los asombrados espectadores, en una reconstrucción rigurosamente científica, la flora y fauna de nuestro planeta hace más de cincuenta millones de años, ó sea en plena era mesozoica, cuando los seres que predominaban en el mar, en tierra ó en el aire, eran los reptiles, algunos de estos de tan monstruosos tamaño (30, 40 o más metros de longitud), que los mayores cocodrilos y serpientes pitones de hoy no aparecen sino como unos miserables degenerados, grotescas parodias de aquellos gigantes del mundo animal, por aquel entonces dueños y señores del globo, una de cuyas muestras, en verdad terrorífica, puede contemplarse en la reproducción del diplodocos expuesto en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Las fotografías adjuntas presentan algunas de las reconstrucciones de dinosaurios que figurarán en la película educativa alemana. La espantable facha de estos primitivos habitantes de la Tierra justifica el que en una época en que aún no se sabía lo que eran los fósiles, el hallazgo del esqueleto de algunos de estos reptiles hiciera nacer el mito de los dragones y otros monstruos por el estilo mencionados en los libros de caballerías, en las sagas nórdicas o en las leyendas medievales. Ha de reconocerse, sin embargo, que la fantasía de los creadores de leyendas se quedó corta al imaginar semejantes seres, ya que ninguno podía competir ni en talla ni en apariencia terrorífica con los que durante la era mesozoica existieron en realidad. La denominación de dinosaurios, ó sea de lagartos terribles, con que los ha bautizado la Ciencia, no puede ser más apropiada. Parece, en efecto, que la Naturaleza se complació en crear para aquel mundo aún semicaótico, para aquellas selvas inmensas de árboles gigantescos, y aquellas inmensidades pantanosas, y aquellos mares no menso inmensos que casi cubrían la superficie del globo en formación, seres que por lo horrible de su traza, verdadero bosquejo de las especies zoológicas que más tarde trajo la evolución, armonizasen con el tremendo prólogo de la Tierra, cuando todas las fuerzas que la animaban sostenían formidable y perpetua lucha, sólo soportable por criaturas especialmente construidas para resistirla y propagarse en el decurso de los milenios. No pocos de estos dinosaurios tenían cierta semejanza con los cocodrilos actuales, pero con cuello y cabeza de serpiente. En ciertas especies el dinosaurio tenía todo el cuerpo delantero parecido al del lagarto, lo que no le impedía poseer una parte posterior del cuerpo y unas patas traseras como las de las aves. Y por lo que á la progresión se refiere, mientras algunos de ellos andaban sobre sus cuatro patas, como el cocodrilo, otros se sostenían en dos, como las gallinas. El diplódoco, que aparece en una de nuestras fotografías, era un dinosaurio saurópodos, ó con pies de lagarto, que poblaba la región hoy llamada América del Norte. Medía 24 metros y medio desde la cabeza hasta el extremo de la cola, lo que ciertamente era algo muy serio tratándose de lagartos. Pero, á la verdad, resultaba un pigmeo si se comparaba con otro colega de los pantanos de América del Sur, llamado argirosaurio, ó lagarto argentino, que medía desde la cabeza hasta la cola 40 metros de largo. Parte del esqueleto de un argirosaurio hubo de ser descubierto no hace mucho tiempo en la Argentina por el sabio naturalista español, profesor del Museo de la Plata, don Ángel Cabrera. Dará idea de las dimensiones de este reptil que, según dice su descubridor, el fémur ó hueso del muslo medía casi dos metros y medio, y era tan grueso como el cuerpo de un hombre, y cada vértebra tenía aproximadamente el tamaño de un tambor de regimiento.
Uno de los dinosaurios de progresión cuadrúpeda, entre los más extraños de aspecto, era el esgosaurio que puede verse en otra de nuestras ilustraciones. De cuello mucho más corto que el diplódoco y el iguanodonte, presentaba la curiosa particularidad de tener cubierto todo el cuerpo de placas ó escudetes óseos, que, repartidos sobre la piel, le servían de defensa. Cierto número de estas placas protegían la parte que debía ser más débil de este animal, sosteniéndose derechas a lo largo del espinazo y de la cola, formando enorme cresta, mientras que la cola, á su vez, llevaba cerca de la punta dos hileras de largas espinas, con lo que el reptil iba provisto de un arma eficaz. No cabe duda que el estegosaurio debió ser un lagarto bastante durillo de pelar y de digerir. Tanto más difícil de vencer en la lucha por la existencia, cuanto que, distinguiéndose de los demás colegas, disponía de dos cerebros, que aunque muy pequeños, debían servirle para aguzar sus instintos de ataque y defensa. Uno de los cerebros del estegosaurio se hallaba emplazado en su sitio normal, mientras el que pudiera llamarse auxiliar ó de reserva se encontraba alojado cerca de la cola.
También habitó en la América del Norte, superviviendo hasta mediados de la era mesozoica, el no menos curioso dinosaurio cuadrúpedo llamado tricerátopo, probable antepasado del mamífero actual que lleva el nombre de rinoceronte. Cual puede verse en otro de los grabados, el tricerátopo tenía un pico córneo semejante al de la tortuga y tres buídos cuernos, uno encima del hocico y otro sobre cada ojo. La parte posterior del cráneo se ensanchaba formando una especie de gola ó collarín orillado por afiladas puntas, con lo que el dinosaurio quedaba protegido, á la manera de los mastines, con las carlancas pastoriles.
D. R.
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Pies de figuras (textual):

Impresionando una película del mundo primitivo con arreglo á las reconstrucciones científicas
Preparando las reconstrucciones de un ictiosaurio y de un insecto antediluviano
Una selva del mundo perdido
Reconstrucción de un diplódoco
Un estegosaurio de los que figuran en la película
El terrible dinosaurio llamado tricerátopo, precursor lejano del rinoceronte
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Curiosamente en la fotografía en la que indican que se retrata el estegosaurio se muestra la reconstrucción del "tricerátopo" y en la de éste ocurre lo contrario.
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El vuelo de las aves primitivas: fusión Física-Paleontología

El vuelo de las aves ha intrigado a multitud de científicos y muchos, con mayor o menor fortuna, han intentado dar un explicación al fenómeno. Sin embargo, resulta paradójico que aunque hay más personas dedicadas al estudio de los organismos voladores que al de las aeronaves, se ha dedicado mucho más esfuerzo a comprender y explicar el vuelo de las aeronaves que de los seres vivos.
Desde hace unos años se está desarrollando un programa de cooperación entre el Instituto Universitario “Ignacio Da Riva” de la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad Nacional de Educación a Distancia y el Dinosaur Institute del Natural History Museum of Los Angeles County con el fin es aclarar la función aerodinámica de ciertos elementos presentes en las aves primitivas, algunos de los cuales perduran en las aves actuales, como el álula (un dispositivo hipersustentador de borde de ataque), mientras que otros han resultado completamente abandonados en el proceso evolutivo, como es el caso de la cola o las garras.
En este sentido, se están produciendo algunos artículos sobre los resultados obtenidos mediante ensayos en túnel aerodinámico, relativos al efecto hipersustentador de dispositivos generadores de turbulenciasy se ha analizado la aplicación de dispositivos semejantes para mejorar la entrada en pérdida de aeronaves que deban volar a bajos números de Reynolds, como es el caso de las pequeñas aeronaves no tripuladas. Aquí están algunas de estas referencias.
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Referencias
  • Meseguer, J.; Sanz-Andrés, J;. Pérez-Grande, I.; Franchini, S. ; Sanz, J. L. ; Ortega, F. ; Chiappe, L. (2008) Use of turbulence generators as stall-delaying devices in flight at low Reynolds numbers. Proceedings of the Institution of Mechanical Engineers, Part G: Journal of Aerospace Engineering, 222 (7/2008): 1007-1013. [Resumen y PDF)
  • Meseguer, J.; Sanz-Andrés, A. ;Pérez-Grande, I. ; Franchini, S.; Sanz, J.L. ; Ortega, F.; Chiappe, L. (2008) Control de capa limite en el vuelo a bajos números de Reynolds. Ingeniería Aeronáutica y Astronáutica, Núm. 386.
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En la foto: (hasta que encontremos una mejor -perdona Pepe-) José Meseguer y el Archaeopteryx de pega
30.11.08 3 comentarios

José Luis Sanz en "El País"

El semanal del diario "El País" publica este fin de semana, entre las referencias a "los 100 del año", una curiosa reseña que Fernando Savater dedica a José Luis Sanz.
Haciendo honor a la vocacion sesgada de este blog, aconsejamos vivamente su lectura (link aquí) y nos sumamos a lo que tenga de homenaje.

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En la foto: el interfecto (de naranja) acosando a un dinosaurio (de negro) en Punta Tombo (Argentina)
28.11.08 2 comentarios

Un animal con tres cerebros

Según se consideraba en 1920, uno de los animales antediluvianos más curiosos era el “Camarosaurio”, animal que se suponía vivió hace quince millones de años y cuyos restos fósiles hicieron pensar que poseía tres cerebros, a pesar de que este enorme saurio no tenía mucho en lo que pensar. El primero de ellos, situado en la cavidad craneana, era el que controlaba la vista, el oído, el olfato, el gusto y, posiblemente, el sentimiento del yo. El segundo presidía las funciones del cuerpo y de las patas delanteras y el tercero las de las patas traseras y la inmensa cola. Mantener ese enorme corpachón le obligaba a estar comiendo continuamente, no sólo hierbas y hojas sino también raíces, estando sus dientes adaptados para la excavación y recolección de éstas.
Esta noticia fue publicada en Alrededor del Mundo, el 12 de julio de 1920.

Transcripción (textual):

Uno de los animales antediluvianos más curiosos es el camarosaurio, cuyos restos fósiles nos han demostrado que tenía tres cerebros: uno en la cavidad craneana, otro en el arranque del cuello, en la vértebra que cae sobre las patas delanteras, y el tercero en el sacro.
Lo más raro es que el cerebro de la cabeza era el más pequeño, pues era del tamaño de un huevo de gallina y de un peso de solamente unos 60 gramos, mientras que el mayor, o sea el colocado en el sacro, se calcula que tendría un kilo de peso aproximadamente; el otro cerebro vendría a tener la mitad de peso de ese último.
El esqueleto de este gigantesco animal ha sido montado en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, y se ha hecho un ejemplar en bronce del animal entero como se supone que era cuando andaba por tierra.
Mide de la cabeza a la cola 16,50 metros; 4,20 de alto hasta la cruz.
Se le ha dado el nombre de camarosaurio por las cámaras de aire de sus huesos, y también se le llama dinosaurio rastrillo o draga por la forma de sus dientes.
El pequeño cerebro del cráneo no era suficiente para presidir todas las funciones de su enorme corpachón, y la Naturaleza encontró más fácil ensanchar la columna vertebral en dos puntos y colocar allá otros dos cerebros. El cerebro de la cabeza sólo presidía las funciones de la vista, oído, olfato, gusto y quizás el sentimiento del yo.
La facultad de coordinar existía en la espina dorsal.
El camarosaurio es el primer paso dado por la Naturaleza en la evolución del cerebro, y ha sido el primer animal que haya poseído espinazo de hueso, pues los anteriores sólo tenían cartílago.
Según el profesor Osborn, este inmenso saurio vivió hace quince millones de años y durante un periodo de tres millones de años fue el animal dominante en la tierra. Era un animal de marcha lenta, muy pesado; tenía una doble hilera de dientes distintos de los demás reptiles de forma de dientes de rastrillo, y mejor aún, de cucharas muy alargadas, y al abrir y cerrar la boca funcionaban como los dientes de una draga. Estos dientes le servían para procurarse el único alimento que en aquella época podía tener: es decir, la vegetación que nacía en las lagunas y grandes charcos y las hojas de los árboles que crecían en las orillas: ahora bien, las hierbas y hojas no podían bastarle para su alimentación. La hacía falta más, y para poder arrancar las raíces y cavar en la tierra la Naturaleza le dotó de los dientes con la forma original de rastrillo o cucharas.
El esqueleto del camarosaurio parece dividido en tres partes: cabeza y cuello la primera, cuerpo la segunda y cola la tercera. Este animal no tenía necesidad grande de un cerebro en el cráneo, pues no tenía mucho en qué pensar, como no fuese procurarse unas cuantas toneladas diarias para su alimento. A causa de la pequeñez de su boca y el estrecho esófago, el saurio debió pasar la mayor parte del día comiendo.
El doctor Mook posee un fragmento de la piel del camarosaurio, que es suave y lisa.
Su cuello, en lugar de arrancar de la parte alta del cuerpo, se encorvaba y ensanchaba entre el cruce de las patas delanteras; su cola, igualmente se ensanchaba hacia abajo.
Este animal podía sostenerse sobre sus patas traseras, como el canguro, patas como las de los mamíferos: sus tremendas garras de las patas delanteras debían hacer de él un terrible enemigo; un coletazo de su formidable cola sería mortal para los mayores animales.
Muchas son las curiosidades que ofrece este animal, pero ninguna como la de poseer tres cerebros. Ya hemos dicho las funciones que presidía el cerebro de la cavidad craneana; el segundo presidía las funciones del cuerpo y de las patas delanteras, y el tercero las de las patas traseras y la inmensa cola.
En el Colorado, que es donde se han hallado los restos fósiles de este animal se están haciendo exploraciones en busca de más ejemplares.
Según los sabios ocupados en estas investigaciones, es de suponer que den con algún otro de dimensiones aún mayores, pues el ejemplar que nos ocupa se ha encontrado muy cerca de la superficie y se cree que a mayores profundidades puedan dar con algún esqueleto de proporciones aún más gigantescas.
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Pie de figuras (textual):
Reproducción de camarosaurio. A su lado, un automóvil que da idea del tamaño del monstruo. Arriba, la cabeza del reptil.
Esqueleto del camarosaurio visto de perfil y el espinazo visto de plano. Los tres cerebros estaban colocados en A, B y C.
23.11.08 0 comentarios

Un reptil de 90.000 kilos de peso. El gran Brontosaurio de Wyoming. Cómo era y cómo vivía

Tras siete largos años de trabajo, se presentó al público en mayor esqueleto de dinosaurio conocido para la primera década de 1900: el espectacular Brontosaurio, animal considerado de hábitos acuáticos pero que no desaprovechaba la oportunidad de salir a tierra para sentarse sobre el cuarto trasero, una de sus posiciones favoritas, para la que estaba especialmente adaptado. La noticia procede de Alrededor del Mundo, donde fue publicada el 20 de abril de 1905.

Transcripción (textual):

Las revistas científicas del mundo entero vuelven á ocuparse de los gigantescos reptiles que en las épocas prehistóricas formaban parte de la fauna terrestre, con motivo de haberse acabado de armar en el Museo de Historia Natural de Nueva York, el esqueleto de un dinosaurio de tamaño verdaderamente colosal. Hasta ahora, de estos monstruos antediluvianos no se conocían más que esqueletos relativamente pequeños ó huesos sueltos, insuficientes para que se pudiese tener una idea exacta de lo que eran tales animales. El esqueleto del museo de Nueva York es el más grande que hasta ahora se ha encontrado, y además pertenece a un género del que aún no se había presentado ningún ejemplar al público, el género de los brontosaurios.
En 1808 fue cuando se descubrieron los restos fósiles de este animal, no lejos de las canteras de Bone Cabin, en el estado de Wyoming, y no mucho tiempo después, en el primer número de Alrededores del Mundo, dimos á nuestros lectores cuenta del hallazgo, juntamente con algunas observaciones sobre el reptil en cuestión. Los estudios que desde entonces han venido haciendo los naturalistas americanos nos permiten ampliar ahora aquellos datos.
Juzgando por el esqueleto, una vez armado, el brontosaurio difería de todos los animales hoy existentes. Su cola, larga y gruesa, se parecía á la de un lagarto, o más bien a la de un cocodrilo; el cuello era largo y flexible, como el de ciertas tortugas exóticas, en tanto que el cuerpo, más que al de un reptil, se debía asemejar al de un elefante. Su corpulencia excedía a la de este último animal, puesto que medía cuatro metros y medio de altura y cerca de cinco de longitud para el tronco, que sumados á nueve y medio que medía la cola y seis del cuello, dan un largo total de unos veinte metros. Estas dimensiones, aunque colosales, no lo son tanto como se creía en un principio, antes de que el esqueleto estuviese montado en la debida posición sobre su pedestal. El peso del animal vivo se calcula que no bajaría de 90.000 kilos, ó sea el de veinte elefantes aproximadamente.
Desgraciadamente, á tan magnífico ejemplar le faltaba la cabeza, y ha sido preciso hacerle una imitada guiándose por otras naturales que se tenían en otros museos. Es una cabeza muy pequeña con relación al cuerpo, pero, sin embargo, mide más de setenta centímetros de longitud.
Supónese que el brontosaurio era un animal acuático, pero no marino. Como en muchos anfibios, las articulaciones de los huesos son rugosas en vez de ser lisas. Al mismo tiempo, la ligereza de dichos huesos, carácter que nunca se encuentra en los animales exclusivamente nadadores, parece indicar que salía del agua con más o menos frecuencia. Lo más probable, por consiguiente, es que, á semejanza de los cocodrilos, viviese en las grandes lagunas ó en los ríos de poca corriente. Gracias á su cuello sumamente prolongado, podría alcanzar las plantas suculentas que crecían en el fondo. Sus dientes cortos y en forma de cuchara le permitían arrancar las hojas y los tallos tiernos, pero no le servirían para la masticación. Careciendo de molares, evidentemente tragaba su alimento sin mascarlo.
Una de las posiciones favoritas del brontosaurio cuando salía a tierra debía ser la que tiene en nuestro grabado, esto es, sentado sobre el cuarto trasero. Con este objeto, entre las patas posteriores presenta el esqueleto dos grandes huesos ahorquillados, destinados sin duda a soportar el enorme peso del cuerpo. Los naturalistas admiten que, como la mayor parte de los reptiles, éste ponía huevos; el diámetro de los mismos no debía bajar de sesenta centímetros. Hay quien supone que la desaparición de ésta especie se debe precisamente á cierto animalito, no más grande que un erizo, que solía visitar sus nidos para romper los huevos y devorar su contenido, estorbando así la reproducción de estos reptiles.
Los estudios de donde se han extractado estos detalles, así como todos los trabajos de limpiar y armar el esqueleto, han sido hechos bajo la dirección del profesor Henry F. Osborn, conservador de paleontología en el Museo de Nueva York. La extracción de los huesos fósiles, su traslado al museo, la restauración de los que estaban estropeados, y el montaje final de todo el esqueleto, le han ocupado por espacio de siete años.

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Pies de figuras (textual):

El brontosaurio, como debía ser cuando vivo
Esqueleto completo del brontosaurio en el Museo de Nueva York
Tamaños relativos del cráneo del brontosaurio y la cabeza humana
13.11.08 0 comentarios

Primera Circular del VII EJIP

Tras meses de espera y de trabajo en la sombra, el VII Encuentro de Jóvenes Investigadores en Paleontología (EJIP), que el próximo año se celebrará en la ciudad portuguesa de Torres Vedras, empieza a dar señales de vida. Aunque, se continua trabajando en la web del encuentro, ya se puede consultar información preliminar del evento en la web de la Associação Leonel Trindade-Sociedade de História Natural , y solicitar información en la dirección de correo electrónico habilitada para el encuentro: viiejip@gmail.com. Por su parte, la Primera Circular del evento ya circula por los correos electrónicos de participantes en anteriores Encuentros además de estár disponible en dicha web (www.altshn.org).

En la imagen: Vista de los acantilados de Praia Assenta, en Torres Vedras (Formación Freixial, Jurásico Superior)

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Ajustando cuentas 06

(Haz click en la imagen para ver el capítulo completo)

1, 2, 3, 4 y 5.
6.11.08 4 comentarios

Si existieran hoy los animales antediluvianos. Servicios extraños que podrían prestarnos.

Merece la pena la lectura y reflexión de esta graciosa noticia publicada en Alrededor del Mundo hace más de un siglo, el 23 de noviembre de 1905. Las ilustraciones no tienen desperdicio. Aunque para el ser humano pudiera resultar exótico y rentable realizar un viaje intercontinental transportado por un pterodáctilo o navegar en una embarcación remolcada por un iguanodonte, no creo que a los antediluvianos les hubiese gustado realizar estos y otros servicios. De haber sido uno de ellos, también habría hecho lo posible por extinguirme para evitar este destino, ¿no estáis de acuerdo?

Transcripción (textual):


Con motivo de la publicación de una obra sobre los animales extinguidos, por el eminente naturalista Ray Lankester (*) el mundo científico ha vuelto a ocuparse en detalle de los monstruos antediluvianos, y de nuevo se ha pensado en lo diferente que sería la vida animal de nuestros bosques y de nuestros campos si aquellas gigantescas especies viviesen aún. Pero hay todavía una cuestión más interesante. Si los mamíferos, los reptiles y las aves de las edades prehistóricas hubieran sobrevivido hasta nuestros días, ¿qué influencia podrían haber tenido en la civilización moderna?
Hoy que el hombre ha llegado a á domesticar todos los animales que pueden prestarle en vida algún servicio; hoy que la domesticación de la hasta ahora indómita cebra es un hecho, y que hasta se habla de granjas de caimanes y parques de ballenas, indudablemente habríamos aprovechado la fuerza incomparable de aquellos colosos antediluvianos.
Supongamos por un momento que hubiese en la actualidad mastodontes. Un mastodonte era bastante parecido a un elefante, pero casi de doble corpulencia y con fuerzas igualmente duplicadas; por consiguiente, sería de gran utilidad como animal de carga ó de tiro. Se calcula que podría prestar los mismos servicios que un tiro de treinta caballos, que ya es algo. Para el arrastre de grandes camiones y el acarreo de materiales de construcción, sería difícil encontrar otro animal más a propósito, y tal vez se le pudiera utilizar también para la guerra, en cuyo caso fácilmente transportaría sobre su lomo una pieza de grueso calibre con todos sus artilleros.
No menos útil que el mastodonte, aunque en otro sentido, podría ser el iguanodonte, especie de lagarto que generalmente se tenía derecho sobre las patas traseras, como un canguro gigantesco, y que en esa posición llegaba con la cabeza a la altura de un segundo piso. Era animal anfibio, como la tortuga, y con la facilidad con que debía moverse en el agua, unida a su gran fuerza, lo harían inapreciable para remolcar embarcaciones, especialmente barcos de recreo. La navegación fluvial y el remolque de las barcas en los puertos resultarían con este animalillo mucho más fácil que ahora, pudiendo suprimirse por completo los vaporcitos remolcadores y las lanchas de vapor.

El sistema saldría muy económico, pues aunque la manutención del iguanodonte no sería grano de anís, nunca igualaría á los gastos de carbón, salario de los obreros, etc.
Para las compañías de telégrafos, y de teléfonos debe de ser muy sensible que hayan desparecido aquellas gigantescas especies de reptiles que, como el diplodoco, estaban provistos de un cuello desmesuradamente largo y además tenían la costumbre de sentarse sobre el cuarto trasero y de levantarse en dos pies. Si hoy existiera el diplodoco, una vez domesticado sería un auxiliar precioso para la reparación de una línea telegráfica. No habría más que colgarse del cuello una plataforma, y desde ella los operarios podrían trabajar con toda comodidad. También servirían los diplodocos como carros de mudanzas, poniéndoles una especie de aguaderas de gran tamaño. Uno de estos monstruos podría cargar muy bien con todo el mobiliario de una casa, y acaso se le pudiera enseñar á sacar los muebles con la boca por los balcones, cosa que sería fácil dada la longitud de su pescuezo.
Muy parecido al diplodoco era el brontosaurio, otro reptil del cual ya en otra ocasión hablamos, y que, como entonces dijimos, medía nada menos que veinte metros de longitud y pesaba tanto como veinte elefantes. Si su fuerza era proporcional á su peso, en nuestros días hubiera sido muy útil para el tiro pesado. Podría habérsele empleado, por ejemplo, para arrastrar quince o veinte coches de tranvía. En las calles habría interrumpido el tránsito, pero fuera de la población, en líneas como las de Carabanchel y de la Guindalera, su utilidad sería inmensa.
Todos estos reptiles serían fáciles de domesticar, pues parece que no eran de carácter feroz, y sólo se alimentaban de hojas y tallos tiernos. En cambio, otro género de gigantes, los dinosaurios carnívoros, no podrían ser reducidos á la domesticidad. A lo sumo, una especie pequeña, que se alimentaba de aves que cogía al vuelo dando prodigiosos saltos, habría servido para la caza, siendo perfectamente posible emplearlo en la de pájaros, como en otro tiempo se empleaba el halcón en la de garzas. Ninguno de estos monstruos, sin embargo, habría sido tan útil al hombre como esos reptiles alados que los naturalistas llaman pterodáctilos, y que surcaban la atmósfera de nuestro planeta durante el periodo secundario.
Con frecuenta se habla de niños arrebatados por águilas. Un pterodáctilo de la mayor especie, cuyas alas abarcaban un espacio de más de seis metros, habría podido atravesar el atlántico de un vuelo, llevándose por los aires no a un niño sino a una familia entera. Transportado a nuestros días y domesticado, la navegación aérea habría dejado de ser un problema, y los inventores de globos y aparatos voladores podrían emplear de otro modo sus esfuerzos intelectuales.
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Pies de fotos (textual):

El brontosaurio sería el animal de tiro más fuerte del mundo
El pequeño dinosaurio, que serviría de perro de caza
El iguanodonte prestaría grandes servicios remolcando barcos de recreo
Merced al pterodáctilo, quedaría resuelta la navegación aérea
El diplodoco empleado para reparar líneas telegráficas
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(*) Se refiere a la obra Extinct Animals, publicada en 1905, de Sir Edwin Ray Lankester, catedrático de Zoología en el University College de Londres entre 1874 y 1890, catedrático de anatomía comparada en la Universidad de Oxford entre 1891 y 1898 y director del Museo de Historia Natural entre 1898 y 1907.

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Patrimonio Geológico de la provincia de Cuenca

Desde este verano está disponible la Exposición didáctica itinerante "Patrimonio Geológico de la provincia de Cuenca".
La exposición surge como contribución a la celebración del Año Internacional del Planeta Tierra. Actualmente se está exponiendo en el IES Hervás y Panduro de Cuenca y permanecerá hasta el 11 de noviembre, cuando pasará a la Escuela de Magisterio de Cuenca.
La exposición consta de 60 fotografías, acompañadas de un breve texto, que recogen ejemplos destacados del patrimonio geológico conquense. Está dividida en los siguientes bloques temáticos: Paleontología, Mineralogía, Recursos mineros, Estructuras sedimentarias, Estratigrafía, Geomorfología, Tectónica, Hidrología, Modelado fluvial, Riesgos geológicos y Modelado kárstico.
Se ha editado un magnífico catálogo con todo el material gráfico de la exposición que se vende a 20 euros cada uno. El dinero recaudado se destinará íntegramente al proyecto solidario que la AEPECT tiene en Bolivia, en el que se está creando una red de bibliotecas y se trabaja en la formación de maestros y maestras.
En el ámbito de este blog, como parte de los actos que complementan la exposición, hasta el momento se ha participado impartiendo un par de conferencias sobre el yacimiento de Lo Hueco en los IES “Pedro Mercedes” y “Hervás y Panduro” de Cuenca.
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Mas información:
31.10.08 2 comentarios

Otro monstruo antediluviano. El animal más fuerte que ha habido en el mundo.

A finales del siglo XIX, los hallazgos de nuevos ejemplares del “Diplodoco” en Wyoming, saurio de fuerza, tamaño e inteligencia colosal, son citados en la prensa española. Se reproduce una noticia del diario Alrededores del Mundo, del 29 de septiembre de 1899.

Transcripción (Textual):

Al paso que llevan los descubrimientos de fósiles en el gran valle de Wyoming, no hemos de tardar mucho en tener la colección completa de los grandes animales antediluvianos.
Hace menos de un mes se ha descubierto el esqueleto casi completo de otro que se cree fue el animal más fuerte que ha habido en el mundo.
Es el Diplodoco, que, a juzgar por sus huesos fosilizados, tenía, cuando estuvo vivo, 21 metros de largo y 6 de alto; su cola medía 6 metros de largo.
Calcúlese que su fuerza debía ser igual a la de 100 caballos; hubiera podido arrastrar 50 tranvías llenos de gente, enganchados uno á otro, ó tres trenes. Su peso aproximado debió ser de 20 toneladas.
A su lado el mastodonte y el mammut eran seres insignificantes, y nuestro elefante moderno, un juguete.
El Diplodoco era producto de una evolución mucho más avanzada que le brontosauro, del cual nos ocupamos en nuestro primer número.
En vez de tener la cabeza serpentina y de engullir los alimentos sin mascarlos, este animal masticaba las hojas que le servían para nutrirse. No era acuático, como la mayoría de los monstruos primitivos, sino que pasaba la mayor parte de su vida en tierra, y así lo demuestra el desarrollo de sus patas.
El tamaño de su cabeza indica también que tenía una potencia cerebral muy superior á la de los animales que le habían precedido en aquel ciclo geológico.
Los sabios no se atreven á fijar exactamente el número de años que hace desde que el Diplodoco vivía en la tierra; se limitan á decir vagamente que “hace millones de años”. Se puede formar idea de cuántos pueden ser esos millones de años sabiendo que el lugar donde han sido hallados sus huesos fósiles estuvo en otro tiempo cubierto por una montaña de unos 20.000 pies de altura, y que esta montaña ha sido deshecha por la acción de las aguas. En su tiempo existía un inmenso mar interior, tan ancho como la mitad del Atlántico, entre los montes Alleghanys y las Montañas Rocosas. En las márgenes de aquel mar interior, el Diplodoco vivía y se alimentaba con las plantas tropicales que cubrían aquella parte de la tierra. Otros muchos animales, saurios y reptiles monstruosos, y probablemente las serpientes de mar originales, vivían con él en aquellos lagos y pantanos: al morir se hundían en el cieno y eran poco a poco cubiertos por otros detritus.
Los grandes lechos que ahora se encuentran llenos de sus restos, fueron probablemente embocaduras de grandes ríos, por cuyas aguas iban flotando los animales después de muertos, hasta que quedaban depositados en las barras. Así se explica la existencia de estos grandes depósitos, de los cuales el de Wyoming ha resultado hasta ahora ser el más importante.
El hallazgo del Diplodoco ha sido hecho por el doctor Wortman, del Museo americano de Historia Natural de Nueva York, y sucesor del difunto profesor March, de la Universidad de Yale, en los trabajos de explotación paleontológica.
Hace un mes el doctor Wortman, al frente de otros naturalistas, estaba explorando la cuenca de Sheep Creek (Arroyo del Carnero), cuando en una capa de terreno jurásico, el doctor descubrió toda una línea formada por los extremos de inmensas vértebras fósiles. Casi en el mismo momento uno de sus ayudantes dio un grito desde una pequeña altura que había a pocos metros de distancia: era que también había descubierto restos fósiles que, sin duda pertenecían al mismo animal que las vértebras.
Durante varios días se estuvo trabajando cuidadosamente para extraer los restos sin alterar su posición. El esqueleto ha resultado ser el de un Diplodocus casi completo, y el hallazgo debe ser contado entre los más importantes, si no el más importante de cuantos registran los anales de la paleontología.
El fémur de aquel animal medía 1,80 metros, y se necesitaron dos hombres para levantarlo. Los huesos de los pies cubrían cerca de un metro cuadrado. El cuello, corto y robusto, indicaba gran fuerza.
Del diplodoco sólo se habían encontrado hasta ahora los huesos de una de las extremidades posteriores y algunas vértebras inmediatas á ellas; aquellos restos debían ser de un animal de 17 metros de largo.
25.10.08 0 comentarios

Los Ictiosaurios del Museo Nacional de Ciencias Naturales





En la colección de Paleontología de Vertebrados del Museo Nacional de Ciencias Naturales hay más de una docena de ejemplares de ictiosaurios muy completos, provenientes de Alemania. Estos reptiles marinos formaban parte de la colección de Juan Vilanova y Piera. Su primera adquisición está documentada el 24 de abril de 1.854 en la “cuenta de los gastos ocasionados en los viajes practicados por Don Juan Vilanova durante los dos últimos años de la comisión que le fue confiada en 12 de Octubre de 1849, para cultivar en el extranjero e introducir en España el importantísimo ramo de la geología”. En Alemania, Vilanova adquirió por 1.400 francos fósiles de invertebrados, peces, diez ejemplares de ictiosaurios y un cocodrilo, conservados actualmente en las Colecciones de Paleontología del MNCN. Unos años más tarde, incorporó más fósiles de ictiosaurios a las colecciones.
Vilanova consideraba a los ictiosaurios entre los “animales superiores” que caracterizan el Jurásico, afirmando de este sistema que “se halla caracterizado por una de las primeras manifestaciones de los mamíferos y por los enormes reptiles que a la sazón vivían, organizados los unos para reptar, como los Ichthiosauros; para nadar otros, los Plesiosauros, y los Terodáctilos para volar”.
Vilanova cita entre sus adquisiciones “un Ychthiosauro de doce pies de largo conteniendo un feto en la cavidad intestinal”, que es posteriormente empleado para acusar a estos animales de la práctica de “ictiosauriofagia”.
El registro de éstos animales en el MNCN se completa con otros restos aislados, fundamentalmente vértebras, también adquiridos en el siglo XIX por Augusto González de Linares.

Curiosamente, en los inventarios de las colecciones de paleontología realizados en 1871 por José María Solano y Eulate y en 1891 por José Gogorza se consideró erróneamente los ejemplares de ictiosaurios de Vilanova como “moldeados en yeso y engastados en placas de esta sustancia” al estar parte de los esqueletos y la pizarra que los contenía cubiertos por yeso.

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Más información:

- Pérez García, A. & Sánchez Chillón, B. 2008. Los Ictiosaurios del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Los primeros reptiles que llegaron a la Colección de Paleontología. Periódico del MNCN 8: 10.
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Imágenes:

- Arriba: MNCN 66822. Uno de los esqueletos de ictiosaurios adquiridos por Juan Vilanova y Piera en Alemania en la década de 1850.

- Debajo: MNCN 68179. Cocodrilo jurásico de la colección de Vilanova, proveniente de la misma localidad que los ictiosaurios.
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Una lucha de monstruos antediluvianos

Se reproduce un artículo publicado en Alrededor del Mundo el 15 de febrero de 1900. La imagen de los terroríficos reptiles voladores, presenciando la batalla a muerte entre los grandes saurios pone los pelos de punta a cualquiera de nosotros y más aún a los humanos que convivieran con ellos.


Transcripción (Textual):

Durante todo el verano último los coleccionadores de los grandes Museos de Europa y de America han estado explorando el territorio de Wyoming, donde, como dijimos hace algún tiempo, habían sido hallados los restos completos del diplodoco, el gran monstruo antediluviano.
El resultado de sus exploraciones ha sido fructuoso, y el más interesante de ellos es el haber encontrado los restos de dos grandes monstruos que murieron agarrados uno á otro en mortal combate.
El profesor Reed, que ha hecho el hallazgo, lo describe en estos términos:
-A mi juicio, uno de los animales cuyos fósiles he descubierto, pesaba en vida unas 60 toneladas.
-Tenía un cuello de 9 metros de largo; su rabo ó cola medía 18 metros.
-El largo total del monstruo era de 39 metros.
-A juzgar por la manera en que estaban entremezclados sus restos, murió combatiendo con otro monstruo de la misma especie.
-Imagínese una lucha de dos de los animales más gigantescos que ha habido en la tierra.
-Los dinosaurios empeñados en mortal combate, necesitarían para luchar un terreno tan grande, que los seres humanos que vivieran en kilómetros a la redonda, tendrían que huir espantados.
-Los dos animales se acometerían con la misma fuerza que dos locomotoras que se encontrasen en una vía. El cuadro debió ser soberbio. Probablemente no lo ha habido nunca en nuestro planeta de carácter tan terrorífico como aquéllos.
-Es de suponer que mientras se reñía en torno infinidad de reptiles voladores aguardando la oportunidad de arrojarse sobre los combatientes, cuando éstos se sintieran extenuados y para devorarlos con sus enormes dientes semejantes á lanzas. Estos grandes reptiles voladores hacían las funciones de aves de rapiña de sus tiempos y poseían una ferocidad que no ha tenido paralelo en nuestra época. El hecho de haberse encontrado con mucha frecuencia restos de grandes lagartos y reptiles voladores en los mismos sitios que los de dinosaurios, parece demostrar que aquellos reptiles voladores acudían siempre al olor de la carne muerta ó al estruendo de los combates.
-La cavidad que ofrecen las costillas de los dos dinosaurios que lucharon hace millones de años y cuyos restos se han encontrado ahora, es tan tremenda, que dentro de ella podrían sentarse 140 personas.
-Entre los hallazgos hechos durante los últimos meses en el mismo territorio, se encuentra el de hojas de plantas de la época de los diplodocos. Son ejemplares perfectos de vegetación tropical y demuestran que aquella región que ahora es una meseta frían y árida disfrutaba de un clima tropical. Sus depresiones eran grandes lagos donde se han hallado huesos de reptiles inmensos que probablemente dieron al hombre primitivo la primera idea de la serpiente de mar.