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El casco de Mercurio en Montana y Alberta, lo nunca visto en Chasmosaurinae

Un escamoso derecho casi completo hallado en la Judith River Formation, en Montana (Estados Unidos) y otro incompleto hallado en la Dinosaur Park Formation, en Alberta (Canadá), son los restos de hace aproximadamente 77 millones de años que Ryan y colaboradores (2014) consideran pertenecientes al nuevo género y especie de ceratópsido, Mercuriceratops gemini.

Atendiendo a la alargada región posterior del escamoso y al característico contacto medioventral con el parietal que muestra, M. gemini es diagnosticable dentro  la subfamilia Chasmosaurinae; pero la morfología del borde lateral exterior de este, difiere de la de cualquier otro taxón conocido, ya que presenta una proyección en forma de barra donde en la mayoría de casmosaurinos forma un ángulo obtuso y en el resto un borde redondeado (se descarta que se deba a una patología o a una estructura efímera de algún momento de su ontogenia). A su vez, esta configuración de M. gemini, que es única entre los ceratópsidos, podría representar una morfología que llene el vacío entre el perfil rectangular plesiomófico del escamoso de neoceratopsios basales y centrosaurinos, y el alargado de los casmosaurinos. No obstante,  los autores señalan que esta hipótesis  no se ve reflejada en las series ontogénicas de individuos de Chasmosaurus [el casmosaurino más basal junto con Judiceratops tigris según Longrich, (2013)] de la Dinosaur Park Formation, donde incluso los escamosos más pequeños dibujan siluetas triangulares similares a los de los adultos.

Imagen modificada de la figura de Ryan et al., (2014) en la cual se reflejan las diferencias en el escamoso de: a. Xenoceratops foremostensis, centrosaurino; b. Mercuriceratops gemini, casmosaurino con una morfología nunca antes vista de este hueso; c. Chasmosaurus russelli, casmosaurino.

Es esta particular morfología del escamoso a la que se debe el nombre genérico “Mercuriceratops”, que por su proyección recuerda a las alitas del casco del Dios Mensajero romano Mercurio. Por su parte, el nombre específico “gemini” está inspirado en la constelación del mismo nombre compuesta por los gemelos mitológicos Castor y Pollux, en referencia a los dos ejemplares “gemelos”  de M. gemini (a pesar de que estos últimos presentan diferencias morfológicas que han sido interpretadas como variaciones individuales y/u ontogénicas dentro de la misma especie).

A la izquierda, el holotipo ROM 64222 y el paratipo UALVP 54559 de M. gemini, extraídas de las imágenes de Ryan et al., (2014). A la derecha, representación de Mercurio por el artista Hendrik Goltzius con su característico casco alado. 

M. gemini, también es interesante ya que  además de representar el casmosaurino más antiguo del Campaniense de Alberta, refuerza las diferencias biogeográficas entre el norte y el sur de América del Norte en esta época. Ojalá descubrimientos futuros de nuevas piezas que completen el casco de Mercurio puedan arrojar más luz sobre la historia la evolutiva de los ceratópsidos o simplemente completar la imagen de este animal que ha rememorado tanto a la mitología clásica.

Reconstrucciones de M. gemini: a, Posible apariencia de toda la región del animal estrictamente reflejada en el registro fósil; b, propuesta de la posible apariencia en vida del animal según la reconstrucción del volante óseo presentada en las figuras de Ryan et al., (2014) y en elementos conocidos de Chasmosaurus y Triceratops. (Modificados de ilustraciones de  Eloy Manzanero)

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Referencias:
  • Longrich NR (2013) Judiceratops tigris, a new horned dinosaur from the Middle Campanian Judith River Formation of Montana. Bulletin of the Peabody Museum of Natural History 54, 51–65.
  • Ryan, M. J.; Evans, D. C.; Currie, P. J.; Loewen, M. A. (2014). A new chasmosaurine from northern Laramidia expands frill disparity in ceratopsid dinosaurs. Naturwissenschaften.
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El registro de ornithomimosaurios europeos crece


Los ornithomimosaurios son un clado de terópodos herbívoros bastante peculiar. Por desgracia, casi todo su registro se concentra en Asia, siendo raros en África, Europa y Norteamérica. Concretamente en Europa, el único caso de ornithomimosaurio no ambiguo es el de nuestro conquense Pelecanimimus. Sin embargo, parece que todo ha cambiado con el descubrimiento del yacimiento de Angeac en el sudoeste de Francia, donde en unos escasos 80 metros cuadrados se han llegado a encontrar una veintena de terópodos asignados preliminarmente a Ornithomimosauria (Allain et al, 2011). Este descubrimiento podría aportar algo de luz al registro de ornithomimosaurios y otros terópodos de difícil asignación en el Cretácico Inferior de Europa.

Un estudio reciente publicado por Allain y colaboradores (2014) se ha centrado en la revisión de material clásico europeo y la comparación con parte del material de un nuevo taxón de ornithomimosaurio, aún por describir, procedente de Angeac. El problema de este material radica en el estado fragmentario y aislado de las piezas, que ha llevado a discutir dos problemáticas fundamentales: la asignación taxonómica y la validez de algunas especies clásicas.

Por ejemplo, Thecocoelurus daviesi, uno de los taxones revisados, es una especie definida a partir de una única vértebra procedente del Cretácico Inferior de la Isla de Wight (Inglaterra). Por sí sola, esta pieza no es diagnóstica e invalida la especie, pero gracias a la comparación con el material extraído en Angeac, se ha visto que la vértebra de Thecocoelurus es muy similar a la del yacimiento francés. De esta forma, al ser asignable a esta pieza, quiere decir que puede reconocerse como un posible ornithomimosaurio gracias a las características del esqueleto completo al que se le asocia. Por tanto, la vértebra de Thecocoelurus (o su vértebra homóloga y aislada en Angeac) serviría para decir que es un terópodo, con características afines a ornithomimosaurios como Gallimimus, pero que además tiene características que comparte con Noasaurus, Masiakasaurus… Vamos, a una gran cantidad de grupos muy distintos si recordamos la filogenia de Theropoda.

 
El escaso registro de Thecocoelurus (C, D y F). Comparativa con la vértebra ANG-10 175 del ornithomimosaurio de Angeac (A, B, E y G).

Otra problemática similar presenta Valdoraptor, también procedente del Cretácico Inferior inglés. Este taxón se describió a partir de tres metatarsales incompletos en conexión. Y también tiene gran cantidad de características que comparte con el ejemplar de Angeac, pero que no son diagnósticas, ya que por sí solas son caracteres presentes en otros ornithomimosaurios, así como en Tyrannosaurus. Las características de los metatarsales británicos serían más propias de ornithomimosaurios, con lo que Allain y colaboradores lo asignan a este clado. No obstante, se vuelve a tener el mismo problema que en caso comentado anteriormente: por sí solas estas piezas no son diagnósticas a nivel de especie. Por tanto, Valdoraptor pasaría a ser uno de los registros más antiguos de Ornithomimosauria en Europa, pero como una especie indeterminada.


Cuando se dice que sobran dedos para contar el material de Valdoraptor, es que es prácticamente literal. Los tres metatarsales de Valdoraptor (A). Comparativa con los tres metatarsales de ANG-10 240 (B), 237 (C) y 07 (D) respectivamente.

Otras piezas del registro europeo parecen ser atribuibles también a este clado, con lo que parece que Pelecanimimus no estaba tan solo y contaba con más familiares no tan lejanos, tanto geográfica como temporalmente. En cuanto a la taxonomía, se torna casi tan compleja como la biogeografía de este grupo. Y siempre surgirá la discusión sobre si es mejor definir una especie diagnóstica o respetar un nombre antiguo.

 Registro de Ornithomimosauria en el Cretácico Inferior.

Este nuevo taxón dará bastante que hablar, pero de momento, no corramos como Gallimimus sin cabeza.


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Dinosaurios: quién lo tiene más grande...


Ayer, domingo 25 de Mayo, el diario "El Mundo" publicaba un artículo firmado por Francisco Ortega en el que explicaba la carrera dentro del mundo de la paleontología por dar con el dinosaurio más descomunal. Aquí dejamos el texto:

La fascinación por los dinosaurios está con nosotros desde antes incluso de que fuésemos conscientes de que existían. Históricamente cualquier excusa ha sido buena para inventar extraños animales imaginarios que, casi siempre, cumplen dos requisitos: ser grandes y feroces. Y así, en ese concepto, tenemos hermanados a tipos tan dispares como un europeo medieval con sus dragones, un babilonio esculpiendo a los defensores de la puerta de Ishtar o un aguerrido hombre azul del desierto atemorizando a sus niños con los jobarias.

Por lo tanto, ¿cómo no íbamos a ver el cielo abierto cuando los naturalistas del XIX nos dijeron que habían existido unos enormes reptiles millones de años atrás? Y, aún mejor, que habían dominado la Tierra y que eran grandes y feroces. Ambas condiciones necesitan algunos matices: algunos dinosaurios nunca superaron el tamaño de una gallina y muchos sólo formaron rebaños de tranquilos consumidores de vegetales. Pero no estamos para miramientos, los dinosaurios nos permiten satisfacer nuestras necesidades de monstruos. Necesitamos someterlos al enciclopédico y preciso seguimiento científico, ahí está la paleontología. Necesitamos que sigan alimentando nuestras pesadillas, ahí está el relato fantástico o el cine. [Ahora llega Godzilla a la cartelera]. Sólo tenemos que darnos un vuelta por la red para confirmar que los dinosaurios siguen teniendo enorme poder de atracción, y no es necesario desempolvar a Jung y recurrir a la psicología profunda para encontrar dos razones primarias para la fascinación: eran grandes y feroces.

Los 7 patagónicos

Y en esto estábamos cuando la paleontología de dinosaurios nos lanza una noticia magnífica. Un grupo de paleontólogos argentinos ha hallado en el Cretácico Superior de Patagonia un yacimiento con restos de hasta siete de los dinosaurios más grandes que hayan pisado este planeta. La imagen es espectacular, los fósiles se exhiben en la superficie del yacimiento ofreciendo una barra libre de información tanto sobre las faunas del Cretácico de Patagonia, como sobre la evolución del grupo de dinosaurios al que pertenecen o la biología de los animales más grandes que han habitado la tierra.


Pero no debería extrañarnos que la fascinación por los dinosaurios conviva con otro de los rasgos que caracteriza a los humanos: la competitividad. Con estos elementos, el coctel está servido y, ante tamaño espectáculo de huesos en un descampado en Patagonia, se nos cuela otra vez el titular (no necesariamente provocado por los propios investigadores): ¡Encontramos el dinosaurio más grande del mundo!

El caldo de cultivo en el que se mueven los paleontólogos de dinosaurios es particular. Tipos que pueden hacer el más preciso de los trabajos de investigación para desentrañar una mínima fracción de la historia de la vida o que son capaces de manejar con soltura los más complejos conceptos de la evolución, de repente, ante el espectáculo de una excavación (que probablemente han consumido años de preparación previa y semanas de durísimo trabajo físico) no resisten la tentación de parar, tumbarse al lado del hueso más grande y, con una sonrisa pánfila, pasar a su imaginario personal haciéndose una foto con el gigante recién cazado (dragón, jobaria o cualquier otro monstruo). Y no puedo culparles... yo tampoco puedo evitarlo. Pero, volviendo al tema. Ser un gigante, y más aún ser el mayor de los gigantes, marca un hito. Nos permite precisar uno de los límites de la viabilidad de los vertebrados terrestres.

En los récords olímpicos una décima de segundo separa la gloria del ostracismo. Pero, ¿tan importante es una décima de segundo si lo que pretendes es analizar la biomecánica de la carrera? Probablemente no. De la misma forma, en lo que se refiere al avance de la ciencia, es probablemente irrelevante que el nuevo animal de Patagonia sea más o menos grande que su primo hermano Argentinosaurus (uno de sus directos competidores por el récord), o que lo sea el saurópodo que los colegas franceses recuperaron en Angeac-Charente [comparen las fotos de la derecha]. Lo siento.

Tampoco me resulta especialmente atractivo si Futalognkosaurus y Puertasaurus (también de Patagonia), Giraffatitan o Supersaurus (sí, existe un Supersaurus) están en esa carrera. Para empezar, no se conocen esqueletos completos de casi ninguno, por lo que es tremendamente complejo compararlos. Podemos establecer un tamaño estimado a partir de los restos conservados, pero los márgenes de error son demasiado grandes como para proclamar un campeón.

Lo único cierto es que todos son gigantes y que tener buena información sobre ellos es la única forma de entender cómo llegaron a las puertas del límite. En este sentido, los dinosaurios de Chubut son una magnífica noticia. Bienvenida sea la discusión sobre quién tiene el fémur más grande que ha conseguido que todos pongamos nuestros ojos en este asunto. Yo, por mi parte, continuaré expectante hasta la publicación de los resultados. Seguro que van mucho más allá que haber movido un par de centímetros el récord mundial de altura de saurópodo.

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La revista QUO publica su convocatoria de la Selección Española de Ciencia


Dentro de cada uno de nosotros hay un pequeño seleccionador que piensa que su convocatoria es mejor que las demás, pero el único jurado soberano con la capacidad de elegir a la Selección Española de Ciencia es el compuesto por Ricardo Amils, Antonio Calvo, Ainhoa Goñi, Emilio Lora-Tamayo, Ramón Núñez, Fernando Peláez, Vladimir de Semir y Manuel Toharia, que ha hecho pública su esperada lista en la revista QUO. Su convocatoria muestra una amplia polivalencia en cuanto a disciplinas científicas, incluyendo a algunos de los investigadores españoles más importantes de los últimos años dispuestos a darlo todo en el Mundial de la Ciencia. Podemos encontrar el paleoantropólogo Juan Luís Arsuaga, a la bióloga molecular María A. Blasco, al físico Ignacio Cirac, al químico Avelino Corma, el biólogo marino Carlos Duarte, el físico Pedro Miguel Echenique, el cardiólogo Valentín Fuster, el oncólogo Joan Massagué, el biólogo Pere Puigdomènech, la bioquímica Margarita Salas, la investigadora en ciencias de la visión Celia Sánchez-Ramos y... el paleontólogo José Luis Sanz.


Por razones obvias, nos ha hecho mucha ilusión ver a Sanz con la Roja en esta lista y os recomendamos leer la entrevista que publica la revista QUO, en la que responde a cuestiones como por qué ejercen tanta fascinación los dinosaurios o qué pasaría si se se creara un equipo de fútbol formado por estos «lagartos terribles».

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Ilústranos... Julius Csotonyi

Esta semana se ha puesto a la venta "The Paleoart of Julius Csotonyi", un nuevo libro de paleoilustración editado por Titan Books, también responsables de "Dinosaur Art". Por eso, al igual que hicimos cuando se publicó "Sabertooth" de Mauricio Antón, en "Ilústranos..." vamos a aprovechar el lanzamiento de este nuevo libro para hablar del artista sobre el que trata: Julius Csotonyi.


Julius Csotonyi es un ilustrador y científico de familia húngara y asentada posteriormente en Canadá nacido en 1973. Un momento. ¿Científico? Sí, porque además de dedicarse al mundo de la ilustración, Csotonyi se ha formado ampliamente en los campos de la ecología y la biología, y tiene un doctorado en microbiología (¡y además publica, ojo!). Como es habitual, ha dibujado desde pequeño, y sus influencias son las normales en estos casos: Zallinger, Sibbick, Hallet, Paul... En 1998 empezó en serio con la paleoilustración, convirtiéndose en marca distintiva de la casa sus enormes y detallados murales.


Lo más característico de estas grandes escenas, y también de sus ilustraciones en general, es que Csotonyi intenta hacer aproximaciones lo más realistas posibles y con la mayor cantidad de detalle que se pueda. Para ello, utiliza cuantas herramientas y técnicas tenga a su disposición: pintura digital, fotografías, fotocomposición... etc. Sin embargo, no descarta otras técnicas más tradicionales, y como él mismo reconoce en una entrevista hecha recientemente, en el último par de años está intentando retomar y centrar algo más su atención en la pintura más clásica (o, al menos, pintar "de forma más clásica", aunque sea a través de un ordenador).


A la hora de abordar estas grandes pinturas, en las que se representan ecosistemas enteros, le resultan de gran utilidad sus estudios en ecología. De la misma manera, afirma que también le son muy útiles a la hora de dar patrones de coloración a los animales que dibuja: aunque los más grandes suelen tener tonos uniformes, muchos de los organismos ilustrados presentan patrones y colores llamativos; y sin embargo, resultan lo suficientemente creíbles. Esto, además, es válido para sus dibujos de dinosaurios (que son muchos), pero también para los de otros grupos de animales, porque Csotonyi ha tocado prácticamente todos los palos: reptiles terrestres y marinos de toda índole, pterosaurios, dinosaurios, anfibios, sinápsidos del Pérmico, homínidos, mamíferos... 


Es habitual encontrarse una ilustración suya acompañando algún nuevo artículo sobre paleontología en el que se describe algún género, especie o ejemplar nuevo. Ha colaborado además con varias revistas y museos (para los que crea los impresionantes murales). No en vano, Csotonyi es uno de los paleoilustradores más activos del momento y todo un referente. Además, fue ganador en 2010 del Premio Lazendorf de Paleoarte en 2D que otorga la Society of Vertebrate of Paleontolgy por la ilustración de una carcasa de Brachylophosaurus. Da la sensación de que, con solo cinco imágenes, la sección "Ilústranos..." se nos queda hoy más corta que nunca para mostrar la enorme cantidad de trabajos de altísima calidad de este artista. Así que lo que toca es pasarse por su página web (lleva sin actualizarse desde 2012, pero ha comentado que se está trabajando en ello) y disfrutar como un crío.


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En la variedad está el gusto: una de innovación ecológica sostenida en maniraptores


Gran parte de la biota actual puede haber surgido gracias a la radiación adaptativa a grandes escalas espaciotemporales. En el modelo de relleno de nichos o radiación adaptativa, las oportunidades ecológicas que explotan las especies aparecen gracias a innovaciones, extinción de competidores o dispersión geográfica (ocupar nichos en otras zonas). La aparición o colonización de nuevos nichos viene unida a una rápida tasa de cambio que va reduciéndose a medida que los nichos se saturan. Pero gran parte de los estudios en radiaciones adaptivas se centran en eventos a pequeña escala o clados muy recientes, como puede ser el estudio clásico de peces cíclidos que todo estudiante, al menos en el bachillerato, ha oído mencionar.

La falta de estudios a grandes escalas espaciotemporales a más de 100 millones de años vista provocan que en los estudios de macroevolución, resolver si la ocupación de nichos o los aumentos repentinos de las tasas de cambio sean el nuevo “¿qué fue antes, el huevo o la gallina?”. Benson y colaboradores han publicado un estudio sobre las tasas de variación de tamaños en Dinosauria que pretende ahondar en estas cuestiones.

En este estudio han reunido información acerca de la masa corporal estimada de 414 especies de dinosaurios distribuidas entre Saurischia y Ornithischia que comprenderían desde dinosaurios basales hasta las aves. Después han procedido a diversos test estadísticos a gran escala filogenética para encontrar tendencias de cambio, tasas entre los diversos grupos, correlaciones con la edad desde el Triásico hasta fin del Cretático, etc.

Ratio evolutivo estimado enfrentado a la edad de diversos nodos de la filogenia de Dinosauria. Se puede observar la declinación de los ratios para todos los clados excluyendo a Maniraptora (línea discontinua). Mientras que al incluir los maniraptores se observa un repunte de aumento de las tasas evolutivas (línea continua).

Como en otros estudios precedentes, los dinosaurios muestran una alta tasa de cambio inicial hasta alcanzar una gran disparidad de tamaños. Posteriormente, los titánicos saurópodos o las formas intermedias de ornitisquios parece que tendrían unos ratios de cambio decrecientes. Habría menor variabilidad en sus tamaños, salvo casos puntuales como los Titanosauria enanos del complejo de islas que componían Europa para el Cretácico. O la aparición de los masivos Ceratopsia entre los ornitisquios más derivados.

Por lo general, una vez radiados en todos los nichos disponibles para el Jurásico Inferior, estos grupos habrían mantenido masas corporales muy similares. Aunque curiosamente y al contrario de lo que se pensaba anteriormente, la clave no estaría en la extinción de arcosaurios competidores en el tránsito Triásico-Jurásico. Este estudio presenta entre sus resultados una elevada tasa de cambio morfológico antes de la apertura de nichos. Esta elevada variabilidad posiblemente habría permitido conquistarlos, y no al revés.


Tamaños corporales de diferentes clados de Dinosauria. Obsérvese la elevada disparidad de tamaños entre terópodos, frente a la menor variabilidad de otros grupos. Nótese también el tamaño moderado a pequeño del clado ancestral de las aves, los maniraptores.

En cambio los terópodos son un caso distinto. Este estudio muestra como hay una alta tasa de cambio en las masas corporales mantenida durante todo el Mesozoico. Al contrario que los sauropodomorfos o los ornitisquios, los terópodos tuvieron multitud de momentos de aparición de tasas de cambio elevadas, no solo en la previa a la ocupación de los principales nichos dispares del Triásico-Jurásico.

Por ejemplo, los ornitisquios y saurópodos mantienen una variabilidad baja al alcanzar cierta estabilidad tras ocupar un rango de nichos en el tránsito antes mencionado, los terópodos Maniraptora llegan a experimentar grandes cambios en sus masa corporales, altas de cambio y capacidad para ocupar un nuevo rango de nichos ecológicos, incluyendo la aparición de formas herbívoras.

Árbol evolutivo de consenso de los dinosaurios. Del 1 al 23 están numerados diferentes eventos en los que ha habido un repunte de elevados ratios evolutivos, coincidentes con aparición de clados o de numerosas innovaciones ecomorfológicas dentro de clados existentes. Se puede observar que la mayoría de aumentos de ratios se concentran en el clado Maniraptora para el Cretácico.

Por último, los autores plantean la posibilidad que esta reducción de los ratios evolutivos del tamaño corporal, salvo para los maniraptores, tuvo impacto en la extinción del tránsito Cretácico-Paleógeno. La reducción de ratios evolutivos indicaría una saturación de nichos ecológicos, por lo que es un claro caso en que aplicar la hipótesis de Reina Roja. La escasa variabilidad ecomorfológica hubiese actuado en detrimento de ornitisquios, terópodos de gran tamaño y saurópodos. En cambio, las aves, descendientes de un ancestro común de pequeño tamaño, y junto a todo el clado Maniraptora, mantendrían altas tasas de cambio, y abarcarían una gran diversidad de nichos, mejorando sus perspectivas de supervivencia y capacidad para radiar tras el tránsito K-T.

Los autores concluyen que es importante tener en cuenta las tendencias a gran escala, puesto que sin una clara idea del aumento súbito de las tasas evolutivas y su posterior decrecimiento en Dinosauria, se pierde la perspectiva.

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¡Qué mal le sienta el traje al dinosaurio!


Tiempo ha que esta unidad, P.C.C.U.B.T.D., no aparecía en el blog. Pero de nuevo aquí y, más que por el uso no del todo correcto del término dinosaurio, por la representación de su imagen. Así es, no muy afortunado aparece en la representación que en el día de ayer nos aportaba la viñeta diaria de El País realizada por Erlich, el rey de los tiranos. Es verdad que cada especie de dinosaurio tuvo y tiene su rol en los distintos ambientes en los que habitó y habita, y es verdad que algunos fueron y son una potencial amenaza para sus presas, pero este rol e imagen típicamente (aunque en una gran minoría) humana … No, no y no, y sí la P.C.C.U.B.T.D. se ve obligada a denunciar este atropello contra la imagen del dinosaurio.
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Leikupal laticauda: El Último Superviviente (The Last Survivor)


Una vez más, PlosOne es la culpable de presentar estudios de temáticas más o menos relacionadas con el mundo de la sauropodologia. En el conjunto de los trabajos publicados esta semana en dicha revista encontramos un estudio liderado por Pablo Gallina (CONICET/Universidad Maimónides), en el cual se presenta el primer diplodócido de América del Sur, bautizado como Leikupal laticauda. Si ya no es suficiente el hecho de ser el primer diplodócido del registro sudamericano, además es el diplodócido más reciente en el registro fósil, lo que nos permite concluir que este linaje se mantuvo hasta la fase inicial del Cretácico Inferior, en un mundo dominado por titanosauriformes, dicraeosáuridos y rebbaquisáuridos.

Vértebras caudales medias de Leikupal

Este ejemplar encontrando en la provincia de Neuquén (Argentina), consiste en un conjunto de vertebras cervicales, dorsales y caudales que pueden pertenecer a un único individuo. Las caudales son en este caso el elemento más diagnóstico, con costillas caudales en forma de aleta típicas en diplodócidos, concavidad ventral y neumaticidad prominente. La hipótesis filogenética sugiere que Leikupal laticauda está emparentado con Torniera, un diplodócido del Jurásico Superior africano. Leikupal es un auténtico Last Survivor entre los diplodocídos...

"Last Survivor" de Birth Control

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El ceratosaurio portugués en los medios


La publicación durante la semana pasada de la revisión de los restos de ceratosaurio de la colección de la Sociedade de História Natural de Torres Vedras (Portugal), ha hecho que la prensa ibérica se haga eco de este estudio, llevándolo a las portadas de varios medios digitales. Aquí dejamos una selección:

Además, uno de los autores de la publicación, Francisco Ortega (UNED), fue entrevistado el día 12 de Mayo en el programa "La última seducción" de Onda Vasca, explicando los pormenores de la investigación:


Y más tarde en el programa "La Buena Tarde" de RadioTelevisión del Principado de Asturias, el día 3 de Junio: 


Por último, Elisabete Malafaia fue elegida a raíz de su investigación para presentar la palabra de la semana (Paleontología) en la revista Visão:

15.5.14 0 comentarios

¿Mundos virtuales en Paleontología?

¿Recordáis la escena en Parque Jurásico en la que Alan Grant se queja de lo mal que se lleva con los ordenadores? En aquella época no había tanto problema si no te entendías con ellos, pero en estos tiempos los soportes informáticos se están volviendo una herramienta de gran relevancia en el estudio de fósiles. Y de esto concretamente habla el último artículo de John A. Cunningham y colaboradores, de la revolución digital que está viviendo ahora mismo la paleontología. Ahora puedes digitalizar un fósil y estudiarlo en el ordenador igual que si tuvieras delante la pieza original.

-Pues menuda gracia- diría nuestro querido Dr. Grant.

Sí y no. Me explico. Si bien no hay nada más gratificante que tener una pieza original en tus manos, las posibilidades que nos abren los modelos digitales son infinitas. Para empezar, son de gran utilidad en el proceso de extracción de fósiles. Ahora podemos saber qué hay dentro de un bloque, o qué forma o espesor tiene una estructura tapada por material de difícil eliminación, lo que ayuda enormemente al proceso de limpieza… ¡y también al de conservación! Ya no necesitamos arriesgar la integridad del fósil para poder dejar a la luz una estructura que pueda ser dañada durante ese delicado proceso. Además, conservando una copia digital de la pieza, tendríamos la capacidad de replicarla si la original fuese dañada.

Resumen de los principales pasos implicados en el análisis funcional a través de modelos computacionales en el dinosaurio Erlikosaurus andrewsi (A, C, E, G) y en el carpoideo Protocinctus mansillaensis (B, D, F, H).

A esto hay que sumarle un detalle muy importante: la difusión. Ya no necesito ir a un museo al otro lado del planeta solo para comprobar si una pieza tiene tal o cual estructura. Creando una base de datos mundial similar a Genebank (ADN de seres vivos) cualquier investigador puede tener acceso a todos los especímenes de su grupo de estudio, haciendo más completos sus estudios. Por si fuera poco, los nuevos métodos de escaneado no solo permiten obtener la superficie de la pieza, sino también su estructura interna. Esto abre un abanico de posibilidades en el estudio de la biología de los animales y plantas estudiados. Podemos saber la histología del hueso sin tener que seccionarlo, o reconstruir la cavidad encefálica del animal para ver la forma y tamaño de las estructuras blandas que contenía, y que tanta información pueden darnos acerca del modo de vida del animal.

Fotografía del pez agnato Shuyu (de 10 mm de anchura) y una porción del mismo animal obtenida por Rayos X mediante un synchrotron.

También, usando nuevas metodologías mecánicas, como el Análisis de Elementos Finitos, o la Dinámica Computacional de Fluidos, podemos llegar a realizar estudios funcionales, como la presión ejercida a una estructura si realiza un movimiento concreto, o la posición optima de un hueso en relación a la posición de su estructura adyacente. Todo esto, junto con diferentes comentarios acerca de los distintos métodos de escaneo (con su precio y accesibilidad), o los softwares más utilizados para realizar cada una de estas acciones, en el siguiente trabajo:
14.5.14 0 comentarios

El último banquete del sucio y glotón Aplestosuchus


Que se refieran a ti como "cocodrilo glotón y sucio" no dice mucho a tu favor, pero suponemos que a Aplestosuchus sordidus le traería sin cuidado lo que pensasen de él mientras se daba sus desmesurados banquetes. Los restos de este cocodrilo baurusúquido han sido encontrados en la Formación Adamantina, en el Cretácico Superior del centro de Brasil, y los autores de su descripción lo han llamado así debido a que han encontrado en su cavidad abdominal los restos de su último festín, un ejemplar de crocodilomorfo casi completo que se ha asignado al grupo Sphagesauridae.

A, Esqueleto de Aplestosuchus sordidus. Escala, 10 cm. B, El área resaltada muestra el contenido abdominal del fósil, incluyendo el pequeño esfagesáurido. Escala, 5 cm. C, Reconstrucción de Rodolfo Nogueira del depredador y la presa. Escala, 50 cm.

Las evidencias fósiles directas de la interacción entre depredadores y presas son poco habituales y frecuentemente se reducen a marcas de mordeduras o ataques. En este caso, se muestran una evidencia directa e inequívoca de la depredación entre taxones diferentes de crocodilomorfos, en la que la diferencia de tamaño entre ambos ejemplares parece revelar que Aplestosuchus, de mayor tamaño, atacó y acabó con la vida del pequeño esfagesáurido (de unos sesenta centímetros de longitud) para comérselo después.

Reconstrucción de la interacción depredador-presa entre Aplestosuchus sordidus y el incauto esfagesáurido.

La Formación Adamantina ha proporcionado una gran cantidad de restos fósiles que permiten realizar una interpretación de cómo funcionaban las cadenas tróficas en este momento. A pesar de que su cráneo es comprimido, era fuerte y poderoso, y Aplestosuchus tendría una feroz mordedura con dientes de más de dos centímetros de altura. De esta forma, los baurusuquidos ocuparían la posición de depredadores y serían de los animales con mayor tamaño en los ambientes continentales finicretácicos del centro de Brasil. Por contra, los esfagesáuridos tendrían un a posición trófica inferior, probablemente con una dieta más generalista.

Cráneo de Aplestosuchus sordidus en vista A, dorsal; y B, ventral.

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Qianzhousaurus sinensis a.k.a. el T-Rex que hubiese fabricado Geppetto

Dos ejemplares de Qianzhousaurus de caza y un Nankangia, ilustrado por Chuang Zhao.

Los Tyrannosauridos sin duda son el grupo más estudiado dentro de la paleontología de dinosaurios. Son muchos los trabajos sobre su paleobiología, filogenia y paleobiogeografía de los cuales hemos hablado varias veces en este blog. Todo ello es sin duda fruto de los sorprendentes hallazgos dentro de este grupo. El más reciente de estos estudios es el publicado la semana pasada sobre un nuevo taxón del Cretácico Superior del Sureste de China,  Qianzhousaurus sinensis. Este ejemplar ha sido curiosa y cariñosamente bautizado como “Pinocho rex” al tratarse de un tyrannosaurido con un rostro más alargado y esbelto respecto al resto de dinosaurios de este grupo, que presentan rostros más anchos dorsoventralmente y con músculos mandibulares más poderosos.

No obstante, este no es el primer tyrannosaurido que presenta ésta característica. Dos especies del género Alioramus (A. altai y A. remotus) del Cretácico Superior de Mongolia ya presentaban esta elongación longitudinalmente del cráneo. Sin embargo, ambos se trataban de ejemplares juveniles y, por tanto, dicha morfología había sido atribuida a un estado ontogenético que suponía un aumento del cráneo y un engrosamiento del rostro con el crecimiento. Ahora, el descubrimiento de Qianzhousaurus, un ejemplar de mayor madurez, revela que estos tres ejemplares forman parte de un subclado filogenético dentro de Tyrannosauridae denominado alioramini.

Consenso estricto que muestra la posición del nuevo subclado Alioramini formado por los tyrannosauridos de rostro largo en la base de Tyrannosaurinae.

El material holotipo de este nuevo taxón consta de un cráneo bien preservado y casi completo, varías vértebras cervicales, dorsales y caudales; y parte del esqueleto apendicular.  Las características en este material que lo sitúan en un estado ontogenético más maduro que los especímenes de Alioramus  son: la fusión de los huesos craneales, un proceso cornual en el lagrima más desarrollado, un bulboso proceso postorbital, dientes más engrosados y un menor número de dientes. Todas estas evidencias llevaron a los autores a realizar un análisis cladístico ontogenético que sitúo a este individuo cercano a un subadulto o adulo de Tyrannosaurus, confirmando así que un cráneo con un rostro alargado no pertenecería a juveniles de tyrannosauridos, sino que sería una característica de un grupo monofilético.

Cráneo del holotipo de Qianzhousaurus sinensis en vista lateral, dorsal y ventral.

En cuanto a su peculiar rostro, éste ocupa un 70% la longitud total del cráneo frente al 60% en tyrannosauridos más derivados, lo que condujo a los autores a realizar una regresión lineal entre la longitud del cráneo y la longitud total del fémur de varios tyrannosauridos. Dicha relación es significativa y en los resultados se pudo observar que, tanto Qianzhousaurus como Alioramus altai, presentan una mayor longitud del cráneo respecto al fémur que el resto de miembros de Tyrannosauridae, siendo otra evidencia más de que la morfología craneal de estos terópodos forma parte del su plan corporal.

El análisis filogenético sitúa al nuevo subclado alioramini en la base de Tyrannosaurinae, dentro del clado Tyrannosauridae. El consenso estricto resultado de este análisis muestra una politomía debida seguramente al poco material referido de A. remotus. Estos resultados propuestos supondrían que este grupo estaría ampliamente expandido por el territorio de Asia, al encontrarse individuos tanto en Mongolia como en el sur de China. Además de tratarse de un importante componente en el ecosistema asiático a finales del Cretácico, cuyo plan corporal sería divergente al del resto de tyrannosauridos de anchos y robustos cráneos, existiendo así una partición de nichos dentro de este territorio.

Por ahora, no hay evidencias de miembros de este nuevo subclado en Norte América, pero seguiremos atentos a los nuevos descubrimientos de este gran grupo que nunca deja de sorprendernos. 

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Más información:
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Una de ceratosaurio ibérico (Denominación de Origen: Jurásico Superior de Portugal)


La revista Historical Biology presenta un nuevo estudio sobre los grandes dinosaurios carnívoros que habitaron la Península Ibérica hace 140 millones de años.

Aunque está documentada la presencia en Portugal de algunos dinosaurios típicos del Jurásico Superior Norteamericano, como Allosaurus, Torvosaurus o Ceratosaurus, su conocimiento ha experimentado un importante incremento en los últimos años. Por ejemplo, la presencia de un dinosaurio terópodo primitivo estrechamente emparentado con el género Ceratosaurus del oeste de los Estados Unidos, había ya sido propuesta a partir de algunos elementos fragmentarios publicados en el año 2000 y algunos dientes.

Sin embargo, recientemente, como consecuencia de la revisión de la colección de fósiles gestionados por la Sociedade de História Natural de Torres Vedras (Portugal), se han localizado nuevos restos que podían ser atribuidos a este dinosaurio carnívoro. Estos restos procedían de una zona litoral conocida como Praia de Valmitão, en el límite entre las localidades de Torres Vedras y Lourinhã, y formaban parte de una colección particular que ha sido recientemente donada al Ayuntamiento de Torres Vedras.

En el transcurso de la investigación se descubrió, de forma sorprendente, que los restos pertenecían al mismo individuo que había sido descrito en el año 2000 y que se encuentran depositados en el Museo de Lourinhã. Así, el estudio ha permitido relacionar dos partes del mismo esqueleto de un dinosaurio recogidas en la misma localidad, en diferentes momento y depositados en distintas instituciones.

El conjunto ahora disponible, constituye el registro más completo de un ceratosaurio en la Península ibérica y el registro más completo del género Ceratosaurus fuera de América del Norte. El trabajo publicado muestra que existen algunas diferencias entre los ejemplares portugueses y las formas norteamericanas de Ceratosaurus, pero apunta también que habrá que esperar a que aparezca más material para que estas diferencias puedan ser consideradas.


El ceratosaurio portugués incrementa notablemente la información sobre el conocimiento de la evolución paleobiogeográfica de este grupo de terópodos y apunta datos para comprobar de que forma esa evolución fue afectada por la apertura del Atlántico Norte hace mas de 150 millones de años. Así, el estudio que se publica ahora proporciona nuevas evidencias de que la distribución de Ceratosaurus incluía no solo el territorio que corresponde actualmente a América del norte si no también Europa. En este sentido, en las últimas décadas, se viene reconociendo una gran semejanza entre determinados grupos de dinosaurios de Jurásico Superior del oeste norteamericano (concretamente la famosa Formación Morrison que se extiende por Colorado y Utah, entre otros estados) y los dinosaurios de la península ibérica, particularmente los de la cuenca lusitánica portuguesa. Aunque este es también el caso de Ceratosaurus, el conjunto de la fauna conocida tiende a mostrar que esta semejanza es debida a que la relativamente reciente apertura del Atlántico en la zona norte no se refleja aún con claridad en los procesos de diferenciación de algunos dinosaurios de ambos continentes.

Más información:
  • El estudio que se presenta en Historical Biology fue desarrollado por los investigadores que conforman el Laboratorio de Paleontología de la Sociedade de História Natural de Torres Vedras y que involucra a miembros de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Lisboa, el Museu Nacional de História Natural e da Ciência en Lisboa y el Grupo de Biología Evolutiva de la UNED en España.
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El hallazgo de un quelonio en La Vilavella (Castellón) en el XII EJIP

Como ya hemos indicado en este blog, a principios del pasado mes de abril, entre los días 9 y el 12, tuvo lugar en Boltaña (Huesca) el XII Encuentro de Jóvenes Investigadores en Paleontología (EJIP). Entre los diferentes trabajos expuestos, se presentó el estudio de unos restos de tortuga procedentes de La Vilavella (Castellón).


Una peculiaridad geológica de la provincia de Castellón es que parte del territorio ha padecido un intenso proceso de karstificación. Este fenómeno genera la disolución de la roca carbonatada, creándose una serie de oquedades (cuevas, simas, grutas,...) en el sustrato. Como resultado, el citado territorio nos podría recordar a un inmenso queso gruyere. Estas cavidades con el tiempo son rellenados con material procedentes de las cercanías. De vez en cuando, en esos rellenos se crean depósitos aislados de fósiles. Este es el caso del yacimiento de La Vilavella, o de los más famosos de Almenara-Casa Blanca, todos ellos en Castellón.

Lo cierto es que el ejemplar de quelonio estudiado en este trabajo, y proveniente de La Vilavella, tiene una historia un tanto peculiar. El yacimiento fue explotado durante la década de 1930 para la extracción de bloques de caliza para la construcción del puerto de la vecina localidad de Burriana. Es precisamente en uno de esos bloques donde se ha localizado este ejemplar. Así pues, en el bloque se observa parte del plastrón (caparazón ventral) en vista dorsal y elementos aislados del espaldar (caparazón dorsal).


En realidad, el yacimiento de La Vilavella tiene una larga historia de estudio. Las primeras noticias vienen de 1919 cuando Beltrán Bigorra anuncia el hallazgo de restos de grandes mamíferos. No se vuelve a hablar del yacimiento hasta 1973 cuando el geólogo castellonense Vicente Sos Baynat estudia estos restos, considerando que pertenecen al Cuaternario medio. Finalmente, en 2009 Inocencio Sarrión Montañana estudió los micromamíferos del yacimiento, considerando que en realidad La Vilavella constituía un yacimiento del Plioceno.


En el Plioceno del Levante Ibérico se conocen restos pertenecientes a testudínidos (tortugas terrestres), emídidos (como el actual galápago europeo, Emys orbicularis) y geomídidos (galápago leproso, Mauremys leprosa). Dicha composición faunística coincide con la actual. La afinidad del citado ejemplar fue discutida en la presentación del trabajo. En este sentido, su atribución a un testudínido no puede ser descartada. Hoy en día, este grupo está representado en la provincia por la tortuga mediterránea (Chersine hermanni), gracias al programa de reintroducción de la especie, por parte de la Conselleria d'Infraestructures, Territori i Medi Ambient, en el Parque Natural de la Serra d'Irta.


Referencias:
  • Marquina Blasco, R.; Pérez-García, A.; Melchor Monserrat, J.M.; Crespo Roures, V.D. 2014. Hallazgo de un quelonio en el Plioceno de La Vilavella (Castellón, España). En: New Insights on Ancient Life (G. Arreguín-Rodriguez, J. Colmenar, E. Díaz-Berenger, J. Galán, A. Legarda-Lisarri, J. Parrilla-Bel, E. Puértolas-Pascual, R. Silva-Casal, Eds.). Prensas Universitarias de Zaragoza: 167-168.
  • Sarrión Montañana, I. (2009). Datación bioestratigráfica (Ruscino-Villanyiense) del yacimiento paleontológico de La Vilavella (Castelló). Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, 85, 7-41.
  • Sos Baynat, V. (1975). Mamíferos fósiles del Cuaternario de Villavieja (Castellón). Estudios Geológicos, 31, 761-770.

Imágenes (de arriba a abajo):
  • Referencia del trabajo presentado.
  • Localización del yacimiento de La Vilavella. Históricamente el yacimiento ha sido explotado como cantera. En la actualidad se localiza en el polideportivo municipal.
  • Construcción del puerto de Burriana durante los años 30 del siglo pasado. Entre los bloques usados apareció la tortuga analizada.
  • Vista actual del yacimiento (izquierda). Estratificación de los diferentes niveles del relleno cárstico prospuesto por Sos Baynat en 1975 (derecha).
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El "giro de la muerte" en los enormes cocodrilos del pasado


El "giro de la muerte" (o "death roll" en la lengua de Shakespeare) es una maniobra subacuática utilizada por los cocodrilos para desmembrar presas de gran tamaño. Este método se ha ido perfeccionando durante millones de años y se basa en que el animal gira vertiginosamente sobre el eje longitudinal de su cuerpo usando su cola como propulsor, mientras se agarra fuertemente con las mandíbulas a una parte del cuerpo de su víctima. En el siguiente vídeo podemos ver un ejemplo:



Como se ha dicho, esta táctica es utilizada por algunas especies de cocodrilos cuya alimentación incluye animales grandes, debido a las dificultades de manipulación de las piezas. Esto ha llevado a que algunas obras divulgativas sugieran que los crocodilomorfos gigantes del pasado con este tipo de alimentación también utilizarían el "giro de la muerte". Un ejemplo es el capítulo de la serie "Prehistoric Park" que habla del monstruoso Deinosuchus:


En la historia evolutiva de los crocodilomorfos se conocen al menos tres géneros de enormes dimensiones: Sarcosuchus (Cretácico Inferior de África y Sudamérica) el célebre SuperCroc y que presumiblemente se alimentaba de dinosaurios de gran tamaño, Deinosuchus (Cretácico Superior de Norteamérica), que podría alimentarse de hadrosaurios grandes y terópodos de gran tamaño y Purussaurus (Mioceno de Sudamérica), cuya alimentación podría incluir mamíferos de gran tamaño, tortugas y peces de agua dulce.

Un Deinosuchus sorprende a un Albertosaurus en esta ilustración de Raúl Martín.

Sin embargo, el uso de esta maniobra podría generar un elevado estrés torsional en el cráneo de estos grandes animales debido a limitaciones relacionadas con la escala. En un reciente estudio, se ha propuesto un modelo biomecánico que estima la capacidad de los crocodilomorfos para soportar este estrés de torsión. Para ello se ha calculado un indicador de capacitación para el "giro de la muerte" basado en la resistencia craneal al estrés torsional a partir de datos tomados en dieciséis especies de cocodrilos actuales.

Encuentro hostil de un Sarcosuchus con un Suchomimus en otra ilustración de Raúl Martín.

Los resultados muestran una buena correlación entre este indicador de capacitación para el "giro de la muerte" y el uso real de esta maniobra en dichas especies dependiendo de su tipo de alimentación. Una vez comprobada esta relación, los autores proponen una aproximación biomecánica de las implicaciones del "giro de la muerte" en estos tres géneros de crocodilomorfos fósiles. De esta forma sugieren, aunque con dudas, que Deinosuchus y Purussaurus si que podrían estar capacitados para ejecutar esta táctica sobre dinosaurios y mamíferos de gran tamaño respectivamente, pero que Sarcosuchus probablemente no.

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Referencia: