“Tal como éramos” es el título de una película que protagonizaban el inmortal Robert Redford y la supercantante Barbra Streisand. El argumento, archiconocido, se basa en el amor que nace entre dos estudiantes universitarios con diferentes formas de ver la vida y de comprometerse con su entorno. Hasta aquí, bien. Pero, ¿qué tiene esto que ver con nosotros y los dinosaurios? A simple vista, nada. Aunque me dio pie a pensar en la gran variedad de “lagartos terribles” que existieron, en su forma de enfrentarse al mundo y en su paralelismo con la especie humana actual. A modo de ejemplo:
- Tyrannosauus Rex, carnívoro feroz, temido por sus congéneres… Igual que todos los dictadores que a lo largo de la historia han dejado su impronta y han sometido bajo su yugo, y someten, a muchos seres humanos inocentes.
- Brontosaurio, herbívoro de cuello largo y en apariencia tranquilo, dedicado a recolectar hojas y más hojas (de los árboles)… Como la mayoría de los pensadores, escritores, filósofos e incluso periodistas que, ahora más que nunca, malviven con salarios exiguos, “recortados”, que apenas dan para comprar otras hojas (de papel).
- Cocodrilos, los únicos supervivientes que casi no han cambiado en doscientos millones de años… Como los banqueros, esos depredadores que agarran a su presa y no la sueltan hasta que muere. Quizás por eso también han sobrevivido adoptando múltiples formas y acomodándose a cualquier circunstancia. Desde mi modesto punto de vista, una especie digna de estudio por esa capacidad infinita para superar circunstancias adversas y salir siempre beneficiada.
- Pterodáctilo, el famoso dinosaurio con alas y con una estructura ósea tan sofisticada que les permitió ser los reyes del aire… Como a los asesores financieros o las agencias de calificación, capaces de cazar al vuelo esas “gangas” bursátiles que convierten al resto de los trabajadores o parados en pobres desgraciados muertos de hambre. Ellos, sin embargo, son los dueños y señores de las plantas más elevadas de los grandes rascacielos. Y desde ahí nos contemplan, estúpidas hormiguitas.
- Tortugas, esos tranquilos e inofensivos animales que convivieron con los dinosaurios y que sirvieron, y sirven, de alimento a otros animales… Igual que la mayoría de los mortales, obligados a cohabitar con las especies ya citadas. Y, como ellas, casi todos son pacíficos y cargan con su casa a cuestas (si no se la ha “robado” el cocodrilo). Aunque, si se les persigue y hostiga en exceso, reaccionan y responden (vaga esperanza, quizás).
Y por último, pero no por ello menos importantes, he querido reservar para el final a unos dinosaurios que inmortalizó perfectamente Spielberg
- Velociraptores, carnívoros del tamaño de un lobo y que, como ellos, se cree que cazaban en manadas porque solos…solos no eran nadie. Como nuestros queridos políticos, reunidos día y noche en el hemiciclo del Congreso, todos juntos, interpretando los papeles de “La Comedia Humana”, marcando y dirigiendo el destino de los ingenuos galápagos a los que, si fuera necesario, no dudarían en devorar. Sí, a ellas, a las infelices y benévolas tortugas (todos nosotros, lectores) que son las culpables de confiar en sus promesas vanas cada cuatro años y que, movidas por lo que consideran el ejercicio de un derecho y una libertad pública (el voto) perpetúan en el escaño a esos dinosaurios de potentes garras.
Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez Bueno
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