¿Quién tiene la escritura de propiedad de “La Gioconda”? ¿Y la de la Torre Eiffel? Cualquiera que haya arrojado una moneda a la Fontana di Trevi, con el claro deseo de volver a pasear por las calles de la Ciudad Eterna, ¿puede negarles a los romanos que reivindiquen la posesión de esa emblemática fuente? Supongo que no. Pero supongo que sí: al fin y al cabo todo eso y muchas maravillas más son patrimonio de la humanidad. De la misma humanidad que vio con horror como unos locos con barbas destruían los budas de Bamiyan. Porque tales prodigios, salidos de las entrañas de la tierra o de las manos de los hombres, viven y perviven para que podamos gozar de su visión en usufructo, sin que nadie deba adjudicarse jamás una pertenencia que no sería ética ni moral.
Sin embargo, cada país, cada comunidad, cada provincia y cada territorio sienten como suyos todo el acervo cultural y natural que los rodea. Es lo que se ha dado en llamar las señas de identidad de un lugar. Para los que venimos del mundo de la publicidad y del marketing, siempre dados a la invención y a la creación de términos extraños, nos gusta hablar de marcas territorio. ¿Que qué es eso? Pues algo muy sencillo: nuestro sello, nuestro cuño. En definitiva, un nombre, un símbolo, un logotipo o cualquier otro grafismo capaz de aglutinar aquellos atributos que mejor nos definen y nos identifican y, sobre todo, nos distinguen y nos ayudan a ser únicos en mitad de este mundo globalizado y uniforme.
Quizás una gota de agua en mitad del océano, pero “nuestra” gota. Por eso, cuando el día 25 de enero fui a recoger a mi hijo a la puerta del colegio, no me quedó más remedio que sonreír cuando varias madres me dijeron que algunos medios, con motivo de la presentación en sociedad del cerebro del Ampelosaurus, se olvidaron de mencionar que Lo Hueco no está en Cuenca, sino en Fuentes. Para el resto del mundo un detalle sin importancia, para nosotros, por fin, algo que nos une y nos diferencia, que nos determina y que nos sitúa en el mapa.
Cualquier director de marketing se habría sentido muy orgulloso al observar que, sin invertir un euro, la mayoría de los fuenteños reconocen como suyos los huesos de Lo Hueco. Porque crear una marca territorio, lanzarla al mercado y posicionarla en la mente de residentes y visitantes como algo propio e intrínseco del lugar, es un esfuerzo digno de titanes y banqueros.
Así que todos estaremos de acuerdo en que los restos fósiles hallados en Fuentes son patrimonio de la humanidad. Pero, por favor, dejadnos que, a partir de este instante, se nos reconozca por la “marca del… Dino”. Al fin y al cabo, la mitad del trabajo ya está hecho: convencernos a nosotros mismos. Ahora solo queda persuadir al resto del mundo…
Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez Bueno
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