Hace unos días moría Ray Harryhausen, el rey de los efectos especiales. Para muchos conquenses es probable que este nombre los deje indiferentes. Sin embargo, bastaría proyectar la famosa imagen del dinosaurio a las puertas de la Catedral de Cuenca para que la luz de la inspiración se encendiera en sus cabezas y entre sus recuerdos.
Supongo que ahora, con ordenadores de última generación y programas de diseño gráfico capaces de transformar la ficción en realidad, a Harryhausen muchos jóvenes le colgarían la etiqueta de “dinosaurio”. Y tendrían razón. Pero en las décadas de los cincuenta y sesenta, su genio e imaginación hicieron de él un auténtico maestro de eso que algunos llaman “stop-motion” y que, traducido al español, es el milagro de hacernos creer que se mueve aquello que es estático. Ni dibujos animados ni pinturas. El monstruo te ataca gracias a una pseudomentira contada por un fotógrafo excepcional.
Mientras pasaba frío en la Feria del Libro de Cuenca, aproveché para leer un artículo del profesor José Luis Sanz que forma parte del libro “Los dinosaurios y su entorno biótico” y que, a decir verdad, me sorprendió por su contenido trasgresor en medio de tanta descripción científica. Y es que Sanz dedicó aquellas páginas a “El valle de Gwangi”, una película cuyos efectos especiales salieron de la imaginación portentosa de Harryhausen.
Entre las fotografías que se incluían junto al texto estaba, como no podía ser de otro modo, la ya citada y archiconocida de un magnífico ejemplar de dinosaurio carnívoro (y algo enfadado) delante de la fachada de nuestra catedral, esa que también parece un decorado de película pero que es auténtica (supongo que para certificar la célebre y manida frase de “la realidad siempre supera a la ficción”). Y debo confesar que un ramalazo de nostalgia me invadió. Por un lado, me hizo recordar la primera vez que vi esa película en la televisión, en blanco y negro y sin palomitas. Y, por otro, lamenté que otro genio del celuloide nos haya abandonado, haciéndonos un poco más huérfanos y dejando abierto un vacío difícil de llenar. Son ya muchos en tan corto espacio de tiempo.
Afortunadamente, de todos ellos nos queda su trabajo: un montón de magia e ilusión encerradas en cientos de fotogramas. Sin embargo, es una pena que la muerte no admita efectos especiales…
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Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez
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