26.2.13

Dino, amore mío (o el amor en los tiempos del Cretácico Superior contado a los niños)


En mi biblioteca hay bastantes libros colocados en las estanterías. Es una sencilla biblioteca de barrio, de las que nunca ilustrarán esos correos titulados “Las mejores imágenes del 2012”. Porque ella no es físicamente impactante, ni fastuosamente bella. No tiene altos techos policromados ni escaleras de cristal. Pero en apenas cincuenta metros cuadrados alberga muchos títulos, muchos minutos de lectura, de historias encerradas en páginas a la espera de ser descubiertas. De negro sobre blanco. Y de todos los colores que la fantasía es capaz de inventar.

Como el público infantil es mayoritario, abundan los cuentos, los álbumes, los cómics… Y muy a menudo, porque es mi trabajo y porque me gusta y porque a veces conviene recordar que una ha sido pequeña, leo y releo esas fábulas, esos relatos de aventuras, esas narraciones imaginarias, increíbles y sencillas, cargadas de inocencia y verdad.

En otra entrega de “Dinosaurios de andar por casa” hablaba de lo mucho que los lagartos terribles gustan a los niños (en masculino plural). Porque las niñas (no todas) prefieren otros personajes, otros contenidos (princesas, hadas, brujas, etc.). Lo malo es que nadie (ni antes ni ahora) se preocupa por contar que pasa más allá de esos finales rosas y dulzones, llenos de corazones… Y quizás convendría empezar a hacerlo. Por eso, desde aquí, recomiendo una trilogía sensible y tierna, ahora que están de moda: “Cocodrilo se enamora”, “Una casa a medida” y “Una pareja diferente”, de la autora Daniela Kulot (editorial Kalandraka). Y la recomiendo porque son tres libros que hablan del amor entre seres diferentes, distintos. Son libros que, desde una óptica infantil, van más allá del “fueron felices y comieron perdices”. A mí, personalmente, me han seducido sus personajes: un cocodrilo, primo hermano de algún dinosaurio o pitonomorfo de Lo Hueco, y una jirafa, orgullosa heredera de los saurópodos cuellilargos (como me gusta imaginar).

Pues bien, en esas páginas deliciosamente ilustradas se plantean cosas de la vida cotidiana que, a simple vista, pueden parecer triviales pero que, en el fondo, marcan la convivencia en el seno de una pareja: cómo es la persona de la que te has enamorado, dónde vivir, cómo afrontar las críticas de los demás…Y todo ello con una lógica y una sensatez que, por desgracia, perdemos cuando nos hacemos adultos.

No sé si alguna de esas cuestiones se le planteó a Pepito (en sus escarceos amorosos por Las Hoyas) o a algún Ampelosaurus de Lo Hueco (ya sabemos que, en cuestión de pasiones, el cerebro tiene poco que decir). Lo que sí parece evidente es que convendría explicar a niños y niñas que la realidad casi siempre supera la ficción y, más veces de las deseadas, los apuestos dinosaurios azules se convierten en ranas al doblar la esquina.

Menos mal que tenemos a Daniela Kulot.

Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez Bueno

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1 comentario:

gabriela dijo...


Siempre les conté a mis hijos y luego a mis nietas, cuentos inventados donde había animales diferentes que interactuaban mostrando virtudes y defectos, tal cual ocurre en nuestra vida diaria, para llevarlos a aceptar la diversidad.