15.2.13

Predicar en el desierto (Parte III: la colonización)


Esta es la tercera entrega de la saga. Quizás haya una cuarta, todo depende…

En la anterior dejé a Teruel y Dinópolis en Fitur. La pregunta a formular sería ¿y ahora qué? ¿Qué se hace para que la gente siga conociendo mi producto? ¿Me quedo sentadito en la puerta de mi casa esperando que vengan a comprarlo o me arremango y salgo yo a venderlo? Si la primera opción fuera la acertada, sobraríamos los publicitarios y todos los departamentos de marketing de la mayoría de las empresas porque, aunque hay excepciones, son muy pocas.

Por lo tanto, es necesario coger el toro por los cuernos y empezar la colonización del mercado. ¿Y cómo doy a conocer mi producto cuando no tengo dinero para grandes campañas de publicidad en medios tradicionales? Complicado, pero simple: utilizando la imaginación y rentabilizando al máximo mis recursos. La organización de eventos, por ejemplo, está demostrando ser un instrumento muy eficaz como herramienta de comunicación. Será porque transmite emociones, sentimientos y conocimiento sobre un producto, servicio y, por supuesto, sobre un territorio. Un evento no sólo muestra el objeto sino que permite probarlo, entrar en contacto directo él, con esa realidad que se quiere vender. Y, en consecuencia, ayuda a la asociación directa de unos valores positivos con dicho producto. Es decir, a crear imagen de marca.

Los responsables de Dinópolis parece que estas lecciones básicas de marketing las tienen bien aprendidas: empezaron con publicidad (en los tiempos de bonanza), siguieron con unidades móviles que, durante el verano, dieron a conocer el parque en algunas provincias. Y, ahora, han decidido mostrar directamente su oscuro objeto de deseo: los dinosaurios.

Dos de ellos, muy bien presentados, han ocupado el único centro comercial que existe en Cuenca. Allí, entre conocidas franquicias de moda para hombre y mujer, hay un par de lagartones instalados. Y que conste que no lo digo con desprecio sino con admiración, porque sé que, de seguir así, muchos conquenses creerán que los únicos dinosaurios que pueden visitar son los que hay en Dinópolis.

Los nuestros, a miles, existen. Pero están guardados en la “nave del olvido” (que decía un profesor). Y su futuro, en la era de internet, quizás pase por organizar algún evento en las redes sociales que remueva conciencias y ponga patas arriba nuestro tranquilo y parsimonioso devenir. Porque como nos quedemos sentaditos en la puerta… a lo mejor nos mata otro meteorito.


Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez Bueno

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