A finales del siglo XIX, los hallazgos de nuevos ejemplares del “Diplodoco” en Wyoming, saurio de fuerza, tamaño e inteligencia colosal, son citados en la prensa española. Se reproduce una noticia del diario Alrededores del Mundo, del 29 de septiembre de 1899.
Transcripción (Textual):
Al paso que llevan los descubrimientos de fósiles en el gran valle de Wyoming, no hemos de tardar mucho en tener la colección completa de los grandes animales antediluvianos.
Hace menos de un mes se ha descubierto el esqueleto casi completo de otro que se cree fue el animal más fuerte que ha habido en el mundo.
Es el Diplodoco, que, a juzgar por sus huesos fosilizados, tenía, cuando estuvo vivo, 21 metros de largo y 6 de alto; su cola medía 6 metros de largo.
Calcúlese que su fuerza debía ser igual a la de 100 caballos; hubiera podido arrastrar 50 tranvías llenos de gente, enganchados uno á otro, ó tres trenes. Su peso aproximado debió ser de 20 toneladas.
A su lado el mastodonte y el mammut eran seres insignificantes, y nuestro elefante moderno, un juguete.
El Diplodoco era producto de una evolución mucho más avanzada que le brontosauro, del cual nos ocupamos en nuestro primer número.
En vez de tener la cabeza serpentina y de engullir los alimentos sin mascarlos, este animal masticaba las hojas que le servían para nutrirse. No era acuático, como la mayoría de los monstruos primitivos, sino que pasaba la mayor parte de su vida en tierra, y así lo demuestra el desarrollo de sus patas.
El tamaño de su cabeza indica también que tenía una potencia cerebral muy superior á la de los animales que le habían precedido en aquel ciclo geológico.
Los sabios no se atreven á fijar exactamente el número de años que hace desde que el Diplodoco vivía en la tierra; se limitan á decir vagamente que “hace millones de años”. Se puede formar idea de cuántos pueden ser esos millones de años sabiendo que el lugar donde han sido hallados sus huesos fósiles estuvo en otro tiempo cubierto por una montaña de unos 20.000 pies de altura, y que esta montaña ha sido deshecha por la acción de las aguas. En su tiempo existía un inmenso mar interior, tan ancho como la mitad del Atlántico, entre los montes Alleghanys y las Montañas Rocosas. En las márgenes de aquel mar interior, el Diplodoco vivía y se alimentaba con las plantas tropicales que cubrían aquella parte de la tierra. Otros muchos animales, saurios y reptiles monstruosos, y probablemente las serpientes de mar originales, vivían con él en aquellos lagos y pantanos: al morir se hundían en el cieno y eran poco a poco cubiertos por otros detritus.
Los grandes lechos que ahora se encuentran llenos de sus restos, fueron probablemente embocaduras de grandes ríos, por cuyas aguas iban flotando los animales después de muertos, hasta que quedaban depositados en las barras. Así se explica la existencia de estos grandes depósitos, de los cuales el de Wyoming ha resultado hasta ahora ser el más importante.
El hallazgo del Diplodoco ha sido hecho por el doctor Wortman, del Museo americano de Historia Natural de Nueva York, y sucesor del difunto profesor March, de la Universidad de Yale, en los trabajos de explotación paleontológica.
Hace un mes el doctor Wortman, al frente de otros naturalistas, estaba explorando la cuenca de Sheep Creek (Arroyo del Carnero), cuando en una capa de terreno jurásico, el doctor descubrió toda una línea formada por los extremos de inmensas vértebras fósiles. Casi en el mismo momento uno de sus ayudantes dio un grito desde una pequeña altura que había a pocos metros de distancia: era que también había descubierto restos fósiles que, sin duda pertenecían al mismo animal que las vértebras.
Durante varios días se estuvo trabajando cuidadosamente para extraer los restos sin alterar su posición. El esqueleto ha resultado ser el de un Diplodocus casi completo, y el hallazgo debe ser contado entre los más importantes, si no el más importante de cuantos registran los anales de la paleontología.
El fémur de aquel animal medía 1,80 metros, y se necesitaron dos hombres para levantarlo. Los huesos de los pies cubrían cerca de un metro cuadrado. El cuello, corto y robusto, indicaba gran fuerza.
Del diplodoco sólo se habían encontrado hasta ahora los huesos de una de las extremidades posteriores y algunas vértebras inmediatas á ellas; aquellos restos debían ser de un animal de 17 metros de largo.
Transcripción (Textual):
Al paso que llevan los descubrimientos de fósiles en el gran valle de Wyoming, no hemos de tardar mucho en tener la colección completa de los grandes animales antediluvianos.
Hace menos de un mes se ha descubierto el esqueleto casi completo de otro que se cree fue el animal más fuerte que ha habido en el mundo.
Es el Diplodoco, que, a juzgar por sus huesos fosilizados, tenía, cuando estuvo vivo, 21 metros de largo y 6 de alto; su cola medía 6 metros de largo.
Calcúlese que su fuerza debía ser igual a la de 100 caballos; hubiera podido arrastrar 50 tranvías llenos de gente, enganchados uno á otro, ó tres trenes. Su peso aproximado debió ser de 20 toneladas.
A su lado el mastodonte y el mammut eran seres insignificantes, y nuestro elefante moderno, un juguete.
El Diplodoco era producto de una evolución mucho más avanzada que le brontosauro, del cual nos ocupamos en nuestro primer número.
En vez de tener la cabeza serpentina y de engullir los alimentos sin mascarlos, este animal masticaba las hojas que le servían para nutrirse. No era acuático, como la mayoría de los monstruos primitivos, sino que pasaba la mayor parte de su vida en tierra, y así lo demuestra el desarrollo de sus patas.
El tamaño de su cabeza indica también que tenía una potencia cerebral muy superior á la de los animales que le habían precedido en aquel ciclo geológico.
Los sabios no se atreven á fijar exactamente el número de años que hace desde que el Diplodoco vivía en la tierra; se limitan á decir vagamente que “hace millones de años”. Se puede formar idea de cuántos pueden ser esos millones de años sabiendo que el lugar donde han sido hallados sus huesos fósiles estuvo en otro tiempo cubierto por una montaña de unos 20.000 pies de altura, y que esta montaña ha sido deshecha por la acción de las aguas. En su tiempo existía un inmenso mar interior, tan ancho como la mitad del Atlántico, entre los montes Alleghanys y las Montañas Rocosas. En las márgenes de aquel mar interior, el Diplodoco vivía y se alimentaba con las plantas tropicales que cubrían aquella parte de la tierra. Otros muchos animales, saurios y reptiles monstruosos, y probablemente las serpientes de mar originales, vivían con él en aquellos lagos y pantanos: al morir se hundían en el cieno y eran poco a poco cubiertos por otros detritus.
Los grandes lechos que ahora se encuentran llenos de sus restos, fueron probablemente embocaduras de grandes ríos, por cuyas aguas iban flotando los animales después de muertos, hasta que quedaban depositados en las barras. Así se explica la existencia de estos grandes depósitos, de los cuales el de Wyoming ha resultado hasta ahora ser el más importante.
El hallazgo del Diplodoco ha sido hecho por el doctor Wortman, del Museo americano de Historia Natural de Nueva York, y sucesor del difunto profesor March, de la Universidad de Yale, en los trabajos de explotación paleontológica.
Hace un mes el doctor Wortman, al frente de otros naturalistas, estaba explorando la cuenca de Sheep Creek (Arroyo del Carnero), cuando en una capa de terreno jurásico, el doctor descubrió toda una línea formada por los extremos de inmensas vértebras fósiles. Casi en el mismo momento uno de sus ayudantes dio un grito desde una pequeña altura que había a pocos metros de distancia: era que también había descubierto restos fósiles que, sin duda pertenecían al mismo animal que las vértebras.
Durante varios días se estuvo trabajando cuidadosamente para extraer los restos sin alterar su posición. El esqueleto ha resultado ser el de un Diplodocus casi completo, y el hallazgo debe ser contado entre los más importantes, si no el más importante de cuantos registran los anales de la paleontología.
El fémur de aquel animal medía 1,80 metros, y se necesitaron dos hombres para levantarlo. Los huesos de los pies cubrían cerca de un metro cuadrado. El cuello, corto y robusto, indicaba gran fuerza.
Del diplodoco sólo se habían encontrado hasta ahora los huesos de una de las extremidades posteriores y algunas vértebras inmediatas á ellas; aquellos restos debían ser de un animal de 17 metros de largo.