Aunque la fantasía humana no pueda imaginar la infinita variedad de formas adoptadas por los representantes de los reinos animal y vegetal, cuyas especies sabemos que ascienden á centenares de millares, una mirada superficial á los restos fósiles de organismos extinguidos, nos demuestra que en el curso de los días pretéritos la naturaleza creó muchas formas sorprendentes que no tienen analogía alguna con las de nuestra vegetación y nuestra fauna actuales. Carl Hagenbeck, el fundador del famoso parque zoológico de Stellnigen, en los alrededores de Hamburgo, donde se conserva hasta las fieras más salvajes, en un estado de aparente libertad, ha instalado en su Jardín del Eden, una serie de maravillosas figuras, representando los más extraños y fantásticos mónstruos que habitaron nuestra tierra en los tiempos prehistóricos, creando así lo que podríamos llamar un jardín zoológico antediluviano. Estos gigantes que dominaban, en el mundo, hace millones de años, están situados en un escenario, digámoslo así, adecuado á sus modos de vida, y por lo tanto dan perfecta idea del aspecto de la tierra en aquellas remotas épocas. El visitante que pasa una hora en aquel fantástico jardín, concluye por creerse transportado á un mundo en el que la ciencia de la paleontología le permite reconstruir hasta los más pequeños detalles.
Entre aquellos animales habitantes de la tierra, la lucha por la existencia debía de ser mucho más grande que en la actualidad. Aquellos mónstruos se tenían declarada una guerra perpétua, y la lucha era titánica, á juzgar por sus formas y su enorme tamaño. La multitud de armas que la Naturaleza les prodigó, llegaron á ser insuficientemente protectores en el curso del tiempo, al paso que las condiciones climatológicas acarreaban fatalmente la extinción de aquellos seres. Aparte de sus rasgos peculiares, debidos á las condiciones del mundo antediluviano, estos animales tenían mucho de común con las especies existentes, remotas descendientes suyas, y demuestran en un modo sorprendente, la lenta evolución de una clase á otra, con muchos estados intermedios entre el reptil y el ave, el pez y el mamífero, y así sucesivamente.
Los modelos de animales antediluvianos á que venimos refiriéndonos, los ha modelado en cemento el conocido escultor zoólogo Mr. J. Pallenberg y están colocados en actitudes y grupos tan naturales, que ofrecen el aspecto de realidad. Alzanse unos, á orillas de un precioso lago rodeado de abundante vegetación, y otros, como los enormes cocodrilos, aparecen entre la superficie de las aguas. Para dar mayor realismo á su aspecto, hay también escenas de lucha entre esos mónstruos de los tiempos primitivos.
Para modelarlos con toda exactitud, se ha estudiado, minuciosamente, todos los huesos y las huellas fósiles que se conservan en los principales museos del mundo, especialmente, en el de Historia Natural de Nueva York. Cada modelo fué sometido al examen de las más eminentes autoridades científicas de la paleontología, quienes indicaron las modificaciones y correcciones que convenía hacer para que estuviesen lo más perfectamente de acuerdo con los datos científicos.
Al llegar al puente que cruza el lago, se ofrece á la vista del visitante una escena de lucha. Un monstruo llamado Ceratosaurio, un animal al que podría describirse como un cocodrilo de cola y patas traseras enormes, semejantes á las del canguro, ataca á otro animal de la clase de los reptiles al Estegosaurio, el cual, con el lomo protegido por una doble fila de aletas ó espinas, de un metro de alto, y por una serie de pinchos en la cola, parece próximo á rendirse á los ataques de se enemigo, mucho más pequeño, pero más ágil.
Algo más allá, se ve un gigante aún mayor llamado Brontosaurio, que ya ha sucumbido en la lucha de la vida.
Un Alosaurio, semejante á un enorme lagarto de la misma familia de monstruos, devora, glotonamente, los restos de su desgraciado compañero herbívoro, que aparentemente estaba desprovisto de medios de defensa para una lucha seria.
El triunfante Dinosaurio, con su gran cabezota y sus largos y aguzados dientes, según lo demuestran las circunstancias en que fueron encontrados los restos, fue uno de los amos de aquella época. Gracias á sus enormes garras anteriores, adaptadas para desgarrar, y á sus robustas patas traseras, admirablemente adaptadas para el salto, estaba excelentemenete dotado para desempeñar el papel de dominador. Hablando en términos generales, los dinosaurios contituían una familia de reptiles terrestres con sorprendente abundancia de formas, tanto más notables cuanto que la estructura de sus esqueletos, pone de manifiesto una transición contínua hacia las aves.
Uno de los monstruos más grandes de esta clase, junto al cual los árboles de alrededor parecen enanos, es el gigantesco Iguanodonte, cuya cabeza se alza á unos ocho metros sobre en nivel del suelo. Tan fantástico ser andaba habitualmente sobre sus patas traseras, semejantes á las de un ave, como lo prueban las enormes huellas de más de setenta y cinco centímetros de largo, separadas por un espacio de catorce metros, encontradas en los bosques de Sussex. Ayudábanle á sevarse derecho y á marchar como las aves, las grandes dimensiones de su cola; tenía el cuello relativamente largo, los brazos largos, y los dedos primero y quinto formaban casi ángulo recto con los dedos centrales. En cambio la cabeza era muy pequeña, y las limitadas proporciones de su cerebro no impedirían, indudablemente, que este animal tuviese capacidad para la lucha por la existencia.
Otra especie de dinosaurios, el Diplodoco, ofrece cierta semejanza con el anterior, pero es de proporciones mucho mayores. Este animal vivía en las regiones de América del Norte, de clima tropical, con extensos lagos de agua salada, cuyos restos sedimentarios formaban las llamadas “tierras malas” de nuestros días. Aunque el Diplodoco de Stellingen mide 20,13 metros de largo, no es de los más grandes, pues ha sido reconstruido con los huesos más completos, y no con los mayores que existen de su especie. Este lagarto ingente poseía una cola más larga que la del Iguanodonte, pero las patas traseras eran poco más largas que las delanteras, circunstancia que le permitía al animal andar con las cuatro. La enorme longitud de su cuello y la notable pequeñez de su cabeza son igualmente sorprendentes.
Entre el lugar ocupado por el Iguanodonte y el reservado para su compañero, el Diplodoco, los visitantes pueden ver un encantador idilio de hace diez millones de años. Una familia de “Rhinoceros Saurians” (Triceratops), ha llegado al lago, y el padre se baña asomando en las aguas la cabeza y el lomo, mientras que la madre, con el hijuelo permanece en la orilla. Aparte de la gruesa cola de lagarto, característica en ellos, como en los reptiles, estos extraños animales recuerdan por su aspecto general al rinoceronte de nuestros días. El Triceratops tenía tres cuernos, un pico como el de un ave de rapiña y una especie de collar erizado de puntas.
Un grupo aún más antiguo de lagartos fósiles, comprende al Plesiosaurio que puede ser descrito como una enorme foca con larga y gruesa cola, cuello notablemente prolongado, y cabeza pequeñita. Era un reptil marino con miembros que recuerdan las aletas de la ballena, y cinco dedos sin garras.
Una familia algo emparentada con esta, comprende los Ictiosaurios, parecidos a los peces, que ocupaban, entre los reptiles de su época, un lugar semejante al que ocupan hoy las ballenas entre los mamíferos. Tenían el cuello corto y rechoncho, el hocico notablemente largo, la cola larga y vigorosa, y los remos tan cortos como las aletas de la ballena.
Lo mismo que estos reptiles de forma de ballena, los lagartos voladores fósiles, ó Pterosaurios, no han dejado representantes en los reptiles de nuestros días. En realidad, la única analogía solo puede encontrarse, en la fauna de hoy, en la familia de los murciélagos de la clase de los mamíferos.
Sin embargo, mientras que la membrana voladora de los murciélagos, se extiende entre el segundo, tercero, cuarto y quinto dedo y el cuerpo, la de los Pterosaurios llegaba desde el último (cuarto) dedo, extraordinariamente desarrollado, hasta el cuerpo. Los tres primeros dedos eran cortos, y estaban provistos de garras.
En le parque de Stellingen se ven unos cuantos animales de esta clase, á orillas del agua, rastreando por las rocas ó descansando sobre losas de piedra. Estos lagartos-aves comprenden unos pocos Aerosaurios, de ancho hocico, y algunos Rhamphorhynchus de larga cola como la de una rata. En una gran roca hacia la cual parece dirigirse el Diplodoco, están representados dos gigantescos dragones voladores en actitud de descansar. Estos Pteranodontes, como se denominan científicamente, eran grandes lagartos voladores, de cola corta, dotados de largo pico como el de un marabú, y una estrecha cresta de longitud casi igual á la del pico.
Al mismo tiempo que las familias de animales ya extinguidos, vivían otras muchas especies más ó menos relacionadas con los reptiles de hoy. Ejemplos de esto son los grandes y pequeños lagartos de cresta, (Dimetrodonte y Naosaurio) que se ve en una de las fotografías que acompaña á este artículo.
Asemejábanse á un caimán dotado de hocico largo y ancho, y les caracterizaba una alta cresta de rígidas espinas que se extendía á lo largo del lomo. Junto á éstos, y medio ocultos por el agua, se ve dos cocodrilos verdaderos de los periodos cretáceo y del jurásico, que se distinguen de la misma familia, en la actualidad, por su gordura, principalmente. Por el césped andan dos enormes tortugas caracterizadas por una formación cartilaginosa en la cola y en la cabeza, y, especialmente, por dos grandes excrecencias como cuernos, próximas a las orejas.
Además de los reptiles antediluvianos, hay en le jardín fósiles de otras clases. En las rocas y á orillas del agua, se ve unas cuantas aves primitivas (arqueopterigios) íntimamente relacionados con los reptiles. Caracteriza á estas aves una cola larga compuesta de vértebras, á cuyos lados, se extienden unas líneas de grandes plumas. El ala comprende tres dedos bien desarrollados y, en sus mandíbulas se encuentran algunos dientes. En una piedra litográfica de la formación jurásica desenterrada en Solenhof, Alemania, se ha encontrado huellas del Arqueopterigio.
En el centro del lago, emerge la cabezota de un batracio llamado Mastodonsaurio, miembro de una familia propia de las formaciones carbonífera y triásica.
Mientras que los más grandes anfibios de nuestros días apenas alcanzan medio metro de largo, entre sus antecesores antediluvianos, figuran algunas especies cuyo cráneo sólo, medía metro y medio de largo. Otro anfibio es el Pareiosaurio, de unos dos metros de largo, que es semejante á un sapo gigantesco, de cola corta y cabeza menos aplastada que la de los sapos de hoy. Su piel revela notables restos de una especie de coraza de chapas de hueso.
En el parque de Stellingen se ve hasta un insecto fósil, una mosca dragón gigantesca, de más de sesenta centímetros de alas.
Actualmente, se está trabajando para ampliar el jardín zoológico antediluviano, mediante la adición de nuevos ejemplares pertenecientes á todas las familias conocidas de animales extinguidos.
D.R.
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Pies de figuras (textual):
-Estegosaurio atacado por un Ceratosaurio
-El Iguanodonte. Medía 8 metros de altura.
-Alosaurio devorando los restos de un Brontosaurio. Interesante escena de lucha por la existencia entre los primeros pobladores del planeta, formidablemente dotados de armas de combate.
-Un idilio de hace diez millones de años. Familia completa de Rhinoceros Saurians, bañándose en un lago.
-El Plesiosaurio. Reptil marino con miembros que recuerdan las aletas de la ballena.
-El Pteranodonte. Gran lagarto volador, dotado de pico y cresta de ave.
-El Diplodoco. Medía 20 metros y medio de longitud.
-Las aves primitivas.-Una colección de reptiles antediluvianos. En segundo término, el Dimetrodonte y el Nausosaurio, de formas parecidas al caimán.